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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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medio de abrir paso a sus alas amarillas, y se había quedado inmóvil en<br />

un rincón entre la madera y el cristal, como una mariposa en reposo.<br />

Apenas si se veía a leer, y la sensación de la esplendidez de la luz sólo<br />

la sentía por los golpes que en la calle de la Cure estaba dando Camus<br />

(ya advertido por Francisca de que mi tía no «descansaba» y de que se<br />

podía hacer ruido) en unos cajones polvorientos, y que al resonar en esa<br />

atmósfera sonora, propia de las temperaturas calurosas, parecía que<br />

lanzaban a lo lejos estrellitas escarlata; y también por las moscas,<br />

que estaban ejecutando en mi presencia, y en su reducido concierto,<br />

una música, que era como la música de cámara <strong>del</strong> estío, y que no<br />

evoca el verano a la manera de una melodía humana que oímos una vez<br />

durante esa estación, y que nos la recuerda en seguida, sino que está<br />

unida a él por un lazo más necesario: porque nacida <strong>del</strong> seno de los días<br />

buenos, sin renacer más que con ellos, y guardando algo de su esencia,<br />

no sólo despierta en nuestra memoria la imagen de esos días, sino que<br />

atestigua su retorno, su presencia efectiva, ambiente e<br />

inmediatamente accesible.<br />

Aquel umbroso frescor de mi cuarto era al pleno sol de la calle<br />

lo que la sombra es al rayo de sol, es decir, tan luminosa como él, y<br />

brindaba a mi imaginación el total espectáculo <strong>del</strong> verano, que mis<br />

sentidos, si hubiera ido a darme un paseo, no hubieran podido gozar<br />

más que fragmentariamente; y así convenía muy bien a mi reposo,<br />

que .gracias a las aventuras relatadas en los libros que venían a<br />

estremecerle. aguantaba; como una mano muerta en medio de agua<br />

corriente, el choque y la animación de un torrente de actividad.<br />

Pero mi abuela, si el calor excesivo cesaba, si había tormenta o<br />

sólo un chubasco, iba a pedirme que saliera. Y como yo no<br />

quería renunciar a mi lectura, me marchaba a continuarla al jardín,<br />

debajo <strong>del</strong> castaño, a una casilla de esparto y tela, en cuyas honduras<br />

me sentaba y me creía oculto a los ojos de las visitas que pudieran tener<br />

mis padres.<br />

¿Y acaso no era también mi pensamiento un refugio en cuyo<br />

hondo estaba yo bien metido, hasta para mirar lo que pasaba afuera?<br />

Cuando veía yo un objeto externo, la conciencia de que lo estaba<br />

viendo flotaba entre él y yo, y lo ceñía de una leve orla espiritual que<br />

no me dejaba llegar a tocar nunca directamente su materia; se<br />

volatilizaba en cierto modo antes de que entrara en contacto con ella, lo<br />

mismo que un cuerpo incandescente al acercarse a un objeto mojado no<br />

llega a tocar su humedad, porque siempre va precedido de una zona de<br />

evaporación. <strong>En</strong> aquella especie de pantalla colorada por diversos<br />

estados, que mientras que yo leía, iba desplegando, simultáneamente mi<br />

conciencia, y cuya escala empezaba en las aspiraciones más<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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