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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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le representó visiblemente y le trajo a la memoria el recuerdo de una<br />

cosa que le había contado Odette: y era que en una visita que hicieron<br />

al Palacio de la Industria ella y la señora de Verdurin, ésta le había<br />

dicho: .Ten cuidado, tú no eres de mármol, ya sabré yo<br />

deshelarte.. Odette le aseguró que era broma, y él no hizo caso.<br />

Pero en aquella época tenía más confianza en Odette que ahora.<br />

Y cabalmente en el anónimo se aludía a amores de esa especie.<br />

Sin atreverse a alzar la vista hacia el periódico, lo desdobló para volver<br />

una hoja y no ver ya esa frase: .Las muchachas de mármol, y se puso a<br />

leer maquinalmente las noticias de provincias. Había habido una<br />

tormenta en la región <strong>del</strong> canal de la Mancha; señalábanse<br />

destrozos en Dieppe, Cabourg y Beuzeval. Y otra vez se hizo atrás.<br />

Porque, al leer Beuzeval, se acordó de otro pueblo de aquella<br />

región, Beuzeville. El cual se escribe en los mapas unido por un<br />

guión a Bréauté, cosa que él había visto muchas veces, pero sin<br />

caer nunca en que ese Bréauté era el mismo nombre que el <strong>del</strong><br />

amigo que en el anónimo se daba como uno de los amantes de<br />

Odette. Después de todo, la acusación en lo que a Bréauté se refería, no<br />

era completamente inverosímil; pero en lo relativo a la Verdurin era en<br />

absoluto inadmisible. Del hecho de que Odette mintiera algunas veces<br />

no podía deducirse que jamás decía verdad; en aquellas palabras que<br />

cruzó con la Verdurin, y que luego le contó a Swann, veía éste muy<br />

claro una de esas bromas inútiles y peligrosas que por ignorancia <strong>del</strong><br />

vicio e inexperiencia de la vida gastan a veces, revelando así su<br />

inocencia, mujeres que, como por ejemplo Odette, distan mucho de<br />

sentir hacia otra mujer una exaltada pasión. Al contrario, la indignación<br />

con que rechaza Odette las sospechas que por un instante despertó su<br />

relato en Swann cuadraban muy bien con las aficiones y el<br />

temperamento de su querida, tal como él los conocía. Pero en aquel<br />

momento, por una inspiración de hombre celoso, como esas que dan al<br />

poeta o al sabio, que no tenían más que una rima o una observación, la<br />

idea o la ley que les ha de ganar la fama, Swann se acordó por vez<br />

primera de una frase que le dijo Odette hacía dos años: .Sabes, para la<br />

señora de Verdurin, ahora no hay nada más que yo; soy un encanto; me<br />

besa, quiere que vaya con ella de compras, me pide que la trate de tú..<br />

Muy lejos de considerar que esa frase tenía relación con las palabras<br />

absurdas <strong>del</strong> día <strong>del</strong> Palacio de la Industria, que un día le contó Odette,<br />

la estimó como prueba de calurosa amistad. Pero ahora,<br />

bruscamente, el recuerdo de aquel cariño de la Verdurin venía a<br />

superponerse al recuerdo de aquella conversación de mal gusto.<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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