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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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Decíase Swann que aquel encanto de la primavera, que no podía<br />

ir a disfrutar, lo encontraría, al menos, en la isla de los Cisnes o en<br />

Saint-Cloud. Pero como no podía pensar en nada más que en Odette, ni<br />

siquiera sabía si las hojas olían bien o si hacía luna; acogíale la<br />

frasecilla de la sonata de Vinteuil, tocada en el piano <strong>del</strong> jardín <strong>del</strong><br />

restaurante. Si no había piano abajo, los Verdurin hacían todo lo<br />

posible porque bajaran uno de un cuarto de arriba o <strong>del</strong> comedor. Y no<br />

es que Swann hubiera vuelto a su favor, no; pero la idea de preparar a<br />

cualquiera, aunque fuera a una persona poco estimada, un obsequio<br />

ingenioso, inspiraba a los Verdurin, durante los momentos de los<br />

preparativos, sentimientos ocasionales y efímeros de simpatía y de<br />

cordialidad. Muchas veces se decía Swann que aquella noche era una<br />

noche de primavera más que estaba pasando, y se prometía fijarse en<br />

los árboles y en el cielo. Pero la agitación que le sobrecogía al ver a<br />

Odette, como asimismo cierto febril malestar que lo aquejaba, sin<br />

descanso, hacía algún <strong>tiempo</strong>, le robaban la calma y el bienestar, que<br />

son fondo indispensable para las impresiones que inspira la Naturaleza.<br />

Una de las noches que aceptó Swann la invitación de los<br />

Verdurin, dijo, cuando estaban cenando, que a la noche siguiente se<br />

reuniría en banquete con unos compañeros suyos, y Odette, allí en<br />

plena mesa, le contestó, <strong>del</strong>ante de Forcheville que ahora era uno de los<br />

fieles; <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> pintor, <strong>del</strong>ante de Cottard .Sí, ya sé que tiene<br />

usted banquete; así que no lo veré hasta que pase usted por casa. No<br />

vaya muy tarde, ¿eh? Aunque Swann nunca tuvo envidia seriamente de<br />

las pruebas de, amistad que daba Odette a uno u a otro de los fieles,<br />

sintió una gran dulzura al oírla confesar así, <strong>del</strong>ante de todos y con tan<br />

tranquilo impudor, sus citas diarias de por la noche, la posición<br />

privilegiada que gozaba en casa de Odette y la preferencia que<br />

eso implicaba hacia él. Verdad es que Swann había pensado<br />

muchas veces que Odette no era, en ningún modo, una mujer que<br />

llamara la atención, y la supremacía suya sobre un ser tan inferior a él<br />

no era cosa para sentirse halagado, cuando se la pregonaba a la faz de<br />

los fieles; pero desde que se fijó que Odette era para muchos hombres<br />

una mujer encantadora, y codiciable el atractivo que para ellos<br />

ofrecía su cuerpo, despertó en Swann un deseo doloroso de<br />

dominarla enteramente, hasta en las más recónditas partes de su<br />

corazón. Y cuando acabó la cena, la llevó aparte, le dio las gracias<br />

efusivamente, intentando hacerle comprender, según los grados de la<br />

gratitud que le demostraba, la escala de placeres que Odette podía<br />

darle, y que el más alto de ellos era garantizarlo y hacerlo invulnerable,<br />

mientras su amor durara, contra las embestidas de los celos.<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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