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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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que más valía no utilizarlo para tener la platónica dulzura de<br />

conservarlo.<br />

-¡Qué hombre más fino! .nos dijo cuando se hubo marchado<br />

Swann, con la misma entusiasta veneración de esas muchachitas de<br />

la clase media que miran respetuosas y admiradas a una duquesa, por<br />

más horrible y estúpida que sea.. ¡Que hombre tan fino! ¡Lástima que<br />

haya hecho una boda tan desdichada!<br />

Y entonces, y para que se vea cómo hasta los seres más<br />

sinceros tienen algo de hipócritas, y al hablar con una persona se<br />

deshacen de la opinión que han formado de ella, para volver a decirla<br />

en cuanto se va, mis padres se unieron a las lamentaciones de<br />

Vinteuil por el matrimonio de Swann, en nombre de unos principios y<br />

conveniencias que (por el hecho mismo de invocarlos en común con él,<br />

como gentes de la misma clase) parecían sobrentender todos que eran<br />

respetados en Montjouvain. Vinteuil no mandó a su hija a casa de<br />

Swann. Éste lo sintió mucho, porque cada vez que se separaba de<br />

Vinteuil, se acordaba de que tenía que preguntarle hacía <strong>tiempo</strong> por una<br />

persona de su mismo apellido, pariente suyo según creía. Y aquella vez<br />

se había prometido no olvidarse de esto cuando Vinteuil mandara a su<br />

hija a Tansonville.<br />

Como el paseo, por el lado de Méséglise, era el más corto de los<br />

que dábamos por los alrededores de Combray, lo reservábamos para el<br />

<strong>tiempo</strong> inseguro; solía llover a menudo por aquel lado de Méséglise, y<br />

nunca perdíamos de vista el lindero de los bosques de Roussainville;<br />

cuya espesura podría servirnos de abrigo.<br />

A veces el sol iba a esconderse tras una nube que deformaba su<br />

óvalo y se orlaba de amarillo. Quedábase el campo sin brillo,<br />

pero no sin luz, y toda la vida parecía en suspenso, mientras que el<br />

pueblecillo de Roussainville esculpía en el cielo el relieve de sus<br />

blancas aristas, con limpidez y perfección maravillosas. Un soplo<br />

de viento hacía levantar el vuelo a algún cuervo que iba a caer allá<br />

lejos, y sobre el fondo <strong>del</strong> cielo blancuzco la lejanía de bosques<br />

parecía más azul aún, como si estuviera pintada en uno de esos<br />

camafeos que decoran los entrepaños de las viejas casas.<br />

Pero otras veces empezaba a llover y se cumplía la amenaza <strong>del</strong><br />

capuchino que tenía el óptico en su escaparate; las gotas de agua,<br />

como los pájaros migratorios que se echan a volar todos juntos, bajaban<br />

<strong>del</strong> cielo en apretadas filas. No se separan, no van a la ventura en esa<br />

rápida travesía, cada una guarda el puesto que le corresponde,<br />

llama junto a ella a la que sigue, y el cielo se ennegrece más que<br />

cuando parten las golondrinas. Nos refugiábamos en el bosque. Ya<br />

su viaje parecía cumplido, y todavía seguían llegando algunas más<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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