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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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está aquí mejor que en su casa. Y es que, según parece, la gente<br />

aristócrata tiene ahora unos modos... Dicen que es un escándalo.<br />

Pero, me voy, no quiero molestar.. Y dejó a Swann con la muchacha<br />

de ojos azules. Pero él, al poco rato se levantó y se despidió; la<br />

chica le era indiferente porque no conocía a Odette.<br />

El pintor estuvo muy malo, y Cottard le recomendó un viaje por<br />

mar; algunos fieles se animaron a marcharse con él, y los<br />

Verdurin, que no se podían acostumbrar a estar solos, alquilaron un<br />

yate que luego acabaron por comprar; así que Odette hacía<br />

frecuentemente viajes por mar. Desde hacía un poco <strong>tiempo</strong>, cada, vez<br />

que Odette se marchaba, Swann sentía que su querida le iba<br />

siendo más indiferente; pero, como si esa distancia moral estuviera en<br />

proporción con la material, en cuanto sabía que Odette estaba de vuelta<br />

ya no podía pasarse sin verla. Una vez se marcharon para un mes; así lo<br />

creían Swann y Odette; pero ya porque en el viaje les fuera entrando en<br />

ganas, ya porque Verdurin hubiera arreglado las cosas así de antemano,<br />

para dar gusto a su mujer, sin decir nada a los fieles, más que poco a<br />

poco, ello es que de Argel fueron a Túnez, y luego a Italia, a Grecia,<br />

Constantinopla y Asia menor. El viaje duraba ya casi un año. Y<br />

Swann estaba muy tranquilo y se sentía casi feliz. Aunque la señora<br />

de Verdurin intentó convencer al pianista y al doctor Cottard de que ni<br />

la tía <strong>del</strong> uno ni los enfermos <strong>del</strong> otro los necesitaban para nada, y<br />

que no era prudente dejar volver a París a la señora <strong>del</strong> doctor, que,<br />

según aseguraba la Verdurin, no se hallaba en su estado normal, no<br />

tuvo más remedio que darles libertad en Constantinopla. Un día, poco<br />

después de la vuelta de aquellos tres viajeros, Swann vio pasar un<br />

ómnibus que iba al Luxemburgo, donde él tenía precisamente que<br />

hacer; lo tomó, y, al entrar, se encontró enfrente de la señora de<br />

Cottard, que estaba haciendo sus visitas de .día de recibir., en traje de<br />

gran gala, pluma en el sombrero, manguito, paraguas, tarjetero y<br />

guantes blancos recién limpios.<br />

Cuando revestía esas insignias, si el <strong>tiempo</strong> no era<br />

lluvioso, iba a pie de una a otra casa, dentro <strong>del</strong> mismo barrio, y para<br />

pasar de un barrio a otro utilizaba el ómnibus con billete de<br />

correspondencia.<br />

<strong>En</strong> los primeros momentos, antes de que la nativa bondad<br />

de la mujer atravesara la almidonada pechera de la burguesa<br />

presuntuosa, habló a Swann, naturalmente con voz lenta, torpe y<br />

suave, que muchas veces sumergía con su trueno el rodar <strong>del</strong> ómnibus,<br />

de las mismas cosas que oía y repetía en las veinticinco casas<br />

cuyas escaleras trepaba al cabo de un día:<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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