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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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mamá y no volver a verla, mostrábase el campanario tan suave en el<br />

acabar <strong>del</strong> día, que parecía colocado y hundido como un almohadón de<br />

terciopelo pardo, en el cielo pálido, que había cedido a su presión,<br />

ahondándose ligeramente para hacerle hueco, y refluyendo en los<br />

bordes; y los chillidos de los pájaros que revoloteaban por alrededor<br />

acrecían su silencio, daban más impulso a su aguja y lo revestían de<br />

inefable carácter.<br />

Hasta cuando había que ir por las calles de detrás de la iglesia,<br />

donde no se la veía, todo parecía ordenado con arreglo al campanario,<br />

que surgía aquí o allá entre las casas, aun más impresionante por<br />

asomar así sin la iglesia. Verdad que hay muchos otros campanarios<br />

mucho más hermosos vistos de esa manera, y que guardo en mi<br />

memoria viñetas de torres asomando encima de los tejados, de un<br />

carácter más artístico que las que componían las tristes calles de<br />

Combray. Nunca se me olvidarán, de una curiosa ciudad de<br />

Normandía, próxima a Balbec, dos encantadores palacios <strong>del</strong> siglo<br />

XVIII, que por muchos conceptos me son caros y venerables, y entre<br />

los cuales, cuando se mira desde el hermoso jardín que baja de las<br />

escalinatas de los palacios hacia el río, se eleva la aguja gótica de una<br />

iglesia, y parece como que termina y corona sus fachadas; pero con un<br />

material tan distinto, tan precioso, tan rizado, rosáceo y pulido, que se<br />

aprecia claramente que no forma parte de ellos, como no forma parte de<br />

las dos hermosas guijas, entre las que está presa en la playa, la flecha<br />

purpurina y dentada de una concha en forma de huso, toda<br />

resplandeciente de esmalte. <strong>En</strong> el mismo París, en uno de los<br />

barrios más feos de la ciudad, sé yo de una ventana por la que se ve,<br />

después de un primero, un segundo y hasta un tercer término de<br />

tejados amontonados de varias calles, una campana morada, a veces<br />

rojiza, y en ocasiones, cuando la atmósfera tira una de sus mejores<br />

«pruebas., de un negro filtrado en gris, que no es más que la cúpula de<br />

San Agustín, y que da a esa vista de París el carácter de algunas de<br />

Roma, por Piranesi. Pero como en ninguno de aquellos grabados, por<br />

gustosamente que los ejecutara mi memoria, pude poner lo que ya tenía<br />

<strong>perdido</strong> hacía tanto <strong>tiempo</strong>, es decir, el sentimiento que nos mueve, no<br />

a mirar una cosa como un espectáculo, sino a creer en ella como en<br />

un ser sin equivalente, ninguna de ellas señorea una parte tan honda<br />

de mi vida como el recuerdo de aquellos aspectos <strong>del</strong> campanario de<br />

Combray en las calles de detrás de la iglesia.<br />

Unas veces, cuando a las cinco de la tarde íbamos al correo por<br />

las cartas, se le veía a la izquierda, y unas casas más debajo de uno,<br />

elevando bruscamente con su aislada cima, la línea que dibujaban los<br />

tejados; otras, por el contrario, cuando queríamos preguntar por la<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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