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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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su marido, injertó en Swann otros sentimientos normales, de gratitud y<br />

amistad, que en el ánimo de Swann transformaban a Odette en un ser<br />

mucho más humano (más parecido a las demás mujeres porque ese<br />

sentimiento lo inspiraban otras mujeres también), y que aceleraba su<br />

transformación definitiva en aquella Odette amada con tranquilo<br />

afecto, que una noche, después de la fiesta <strong>del</strong> pintor, lo llevó a su<br />

casa a beber un vaso de naranjada con Forcheville, cuando Swann<br />

entrevió que podía vivir feliz a su lado.<br />

Antaño pensaba con terror en que acaso llegara un día en que ya<br />

no estuviera enamorado de Odette, y se prometía estar avizor, para<br />

retener su amor y aferrarse a él, en cuanto sintiera que iba a<br />

escapársele. Pero ahora, conforme su amor iba debilitándose, se<br />

debilitaba simultáneamente su deseo de seguir enamorado. Porque<br />

cuando cambiamos y nos convertimos en un ser distinto, no<br />

podemos seguir obedeciendo a los sentimientos de nuestro yo anterior.<br />

A veces, sentía celos al leer en un periódico el nombre de uno de los<br />

hombres que pudieron haber sido amantes de Odette. Pero eran unos<br />

celos muy ligeros, y como le probaban que aún no había salido por<br />

completo de aquellas tierras donde tanto sufrió pero dónde hallara<br />

también voluptuosas maneras de sentir., y que los zigzags <strong>del</strong> camino<br />

le dejarían todavía entrever de lejos y furtivamente las bellezas<br />

pasadas, le excitaban agradablemente, como le pasa al melancólico<br />

parisiense que sale de Venecia para volver a Francia cuando el<br />

último mosquito le demuestra que no están muy lejos aún el estío e<br />

Italia. Pero, por lo general, cuando se esforzaba en fijarse en aquel<br />

<strong>tiempo</strong> tan particular de su vida, de donde salía ahora, si no para<br />

seguir allí, por lo menos para verlo claramente antes de que ya<br />

fuera tarde, su esfuerzo era estéril; habríale agradado mirar aquel<br />

amor, de donde acababa de salir, como se mira un paisaje que va<br />

desapareciendo; pero es muy difícil desdoblarse así y darse el<br />

espectáculo de un sentimiento que ya no está dentro <strong>del</strong> corazón; en<br />

seguida se le entenebrecía el cerebro, no veía nada, renunciaba a mirar,<br />

se quitaba los lentes y limpiaba los cristales, y pensando que más valía<br />

descansar un poco, que dentro de un rato tendría aún <strong>tiempo</strong>, volvía a<br />

hundirse en su rincón, con esa falta de curiosidad y ese embotamiento<br />

<strong>del</strong> viajero adormilado que se baja el ala <strong>del</strong> sombrero para poder<br />

dormir en el vagón que lo va arrastrando cada vez más rápido, lejos de<br />

ese país donde vivió tanto <strong>tiempo</strong>, de ese país que él se prometía no<br />

dejar huir sin darle un último adiós. Y como ese viajero que se<br />

despierta ya en Francia, cuando Swann obtuvo casualmente la<br />

prueba de que Forcheville había sido querido de Odette, notó que ya<br />

no sentía ningún dolor, que el amor estaba ya muy lejos, y lamentó<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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