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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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no gozaba de ningún favor en la casa; ya fuera porque quiso tomarlo<br />

como cabeza de turco y brillar a costa suya, ya porque le molestara una<br />

frase torpe que Saniette le dijo y que pasó inadvertida para todos<br />

los invitados, que no podían sospechar la alusión desagradable que<br />

encerraba, aunque sin malicia por parte de Saniette, ya porque tuviera<br />

ganas de echar de la casa a una persona que lo conocía<br />

demasiado y que sabía que era lo bastante <strong>del</strong>icada para no sentirse<br />

muy a gusto en su presencia, ello es que Forcheville contestó a<br />

aquella frase de Saniette, con tal grosería, insultándolo y<br />

envalentonándose más y más mientras seguía vociferando, con el susto,<br />

la pena y los ruegos <strong>del</strong> otro, que el infeliz preguntó a la señora<br />

de Verdurin si debía seguir en aquella casa, y, al no recibir<br />

contestación, se marchó balbuceando y con las lágrimas en los ojos.<br />

Odette asistió impasible a la escena; pero cuando Saniette se<br />

hubo retirado, relajó en algunos grados de dignidad la expresión<br />

habitual de su rostro, para poder ponerse al mismo nivel que<br />

Forcheville, e hizo rebrillar en sus pupilas una sonrisa de<br />

enhorabuena por la valentía <strong>del</strong> ejecutor y de burla por la víctima; fue<br />

una mirada de complicidad en lo malo, que quería decir tan claramente.<br />

-Eso es una ejecución bien hecha, o yo no entiendo de eso. ¡Qué<br />

corrido estaba! ¡casi lloraba!, que Forcheville, al encontrarse con esa<br />

mirada, perdió toda la ira verdadera o falsa que aún lo encendía, se<br />

sonrió y contestó:<br />

-No tenía más que haber sido más amable, y seguiría aquí.<br />

Pero una lección siempre conviene aunque se sea viejo.<br />

Un día, Swann salió a media tarde para hacer una visita, y,<br />

como no estaba la persona que <strong>busca</strong>ba, se le ocurrió ir a casa de<br />

Odette, a esa hora en que nunca solía hacerlo, pero en que sabía<br />

muy bien que ella estaba en casa escribiendo cartas o echando la<br />

siesta hasta que llegara el momento <strong>del</strong> té, hora en que le sería grato<br />

verla sin servirle de molestia. El portero le dijo que creía que la<br />

señora estaba en casa; llamó, le pareció oír ruido y pasos, pero no<br />

abrieron. Ansioso e irritado, se fue a la callecita adonde daba la<br />

parte de atrás <strong>del</strong> hotel, y se colocó <strong>del</strong>ante de la ventana de la<br />

alcoba de Odette; los visillos no le dejaban ver nada, dio un golpe a los<br />

cristales, llamó, y nadie vino a abrir. Vio que unos vecinos estaban<br />

mirándolo. Se marchó, pensando que, después de todo, quizá se<br />

equivocara al creer oír pasos; pero se quedó tan preocupado, que no<br />

pudo apartar su pensamiento de aquello. Volvió una hora después;<br />

estaba en casa; le dijo que antes, cuando él llamó, también estaba, pero<br />

durmiendo; que el campanillazo la despertó, y adivinando que era<br />

Swann, corrió a abrirle, pero él ya se había ido. Había oído muy bien<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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