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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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de café y <strong>del</strong> de pistacho. «Los dos me han parecido buenos .dijo<br />

mi madre.; otra vez probaremos con otra esencia.»<br />

«No os podéis figurar lo que me parece que cambia Swann .dijo<br />

mi tía.; está viejísimo.» Mi tía tenía tal costumbre de ver siempre en<br />

Swann al mismo adolescente, que se extrañaba al descubrirle de pronto<br />

más en años de los que ella le echaba. Mis padres, además, comenzaban<br />

a ver en él esa vejez anormal, excesiva, vergonzosa y merecida de los<br />

solteros, de todas las personas para las cuales parece que el gran día<br />

que no tiene día siguiente sea más largo que para los demás, porque<br />

para ellos está vacío y los momentos van adicionándose desde la<br />

mañana sin llegar a dividirse después entre los hijos. «Creo que le da<br />

muchos disgustos la bribona de su mujer, que vive, como sabe todo<br />

Combray, con un tal señor de Charlus. Es la irrisión de todo el inundo.»<br />

Mi madre nos hizo observar que, sin embargo, desde hacía algún<br />

<strong>tiempo</strong> no estaba tan tristón. «Y ya no hace tanto como antes el<br />

ademán ese de su padre de secarse los ojos y pasarse la mano por la<br />

frente. Yo creo que en el fondo ya no quiere a esa mujer.» «Claro que<br />

no la quiere .contestó mi abuelo.. Tuve ya hace <strong>tiempo</strong> una carta suya,<br />

que por lo pronto no me convenció y que no deja lugar a duda respecto<br />

a los sentimientos que abriga hacia su mujer, por lo menos al amor que<br />

le tenga. ¡Ah!, y ya he visto que no le habéis dado las gracias por el<br />

vino de Asti», añadió mi abuelo dirigiéndose a sus dos cuñadas. «¡Que<br />

no le hemos dado las gracias! ¡Ya lo creo! Y me parece, aquí<br />

para entre nosotros, que nos ha salido muy bien», contestó mi tía Flora.<br />

«Sí, te salió perfectamente; yo te admiré», dijo mi tía Celina. «Tú<br />

también se lo has dicho muy bien.» «Sí, la verdad es que estoy bastante<br />

contenta de mi frase sobre los vecinos amables.» «¿Y a eso lo llamáis<br />

dar las gracias? .exclamó mi abuelo.. Eso sí que lo he oído, pero ¿cómo<br />

me iba a figurar que se refería a Swann? Podéis estar seguras de que él<br />

no se ha enterado.» «¡Ya lo creo, Swann no es tonto, y no me cabe<br />

duda de que ha sabido apreciarlo! ¡No iba a decirle cuántas eran las<br />

botellas y lo que costaban!»<br />

Mis padres se quedaron solos, sentáronse un momento, y<br />

luego mi padre dijo: «Bueno, pues si tú quieres subiremos a<br />

acostarnos». «Como quieras, aunque yo no tengo pizca de sueño. Y no<br />

será ese anodino helado de café el que me haya desvelado. Veo luz en<br />

la cocina, y ya que Francisca está levantada esperándome, voy a decirle<br />

que me desabroche el corsé mientras qué tú te desnudas.» Y mi madre<br />

abrió la puerta con celosía <strong>del</strong> vestíbulo, que daba a la escalera.<br />

La oí que subía a cerrar su ventana. Sin hacer ruido salí al pasillo; tan<br />

fuerte me latía el corazón, que me costaba trabajo andar; pero ya no me<br />

latía de ansiedad, sino de espanto y de alegría.<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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