05.08.2013 Views

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

querían enseñarme a dominarla con objeto de disminuir mi sensibilidad<br />

nerviosa y dar fuerza a mi voluntad. Mi padre, que sentía por mí un<br />

afecto de otro género, no sé si hubiera tenido ese valor; pero una vez<br />

que comprendió que yo pasaba pena, dijo a mi madre que fuera a<br />

consolarme. Mamá se quedó aquella noche en mi cuarto, y como para<br />

no aguar con remordimiento alguno esas horas tan distintas de lo que<br />

yo lógicamente me esperaba, cuando Francisca preguntó, al<br />

comprender que pasaba algo viendo a mamá sentada a mi lado, mi<br />

mano en la suya y dejándome llorar sin reñirme, qué le sucedía al<br />

señorito que lloraba tanto, mamá contestó: «Ni él mismo lo sabe, está<br />

nervioso; prepáreme en seguida la cama grande y suba usted a dormir».<br />

Y así, por vez primera, mi pena no fue ya considerada como una<br />

falta punible, sino como un mal involuntario que acababa de tener<br />

reconocimiento oficial, como un estado nervioso <strong>del</strong> que yo no tenía la<br />

culpa; y me cupo el consuelo de no tener que mezclar ningún escrúpulo<br />

a la amargura de mi llanto, de poder llorar sin pecar. Y no fue poco el<br />

orgullo que sentí <strong>del</strong>ante de Francisca por esa vuelta que habían<br />

dado las cosas humanas, que una hora después de aquella negativa de<br />

mamá de subir a mi cuarto y de su desdeñoso recado de mandarme a<br />

dormir, me elevaba a la dignidad de persona mayor, y de un golpe me<br />

colocaba en una especie de pubertad de la pena, de emancipación de las<br />

lágrimas. Debía sentirme feliz y no lo era. Apréciame que mi madre<br />

acababa de hacerme una concesión que debía costarle mucho, que era la<br />

primera abdicación, por su parte, de un ideal que para mí concibiera, y<br />

que ella, tan valerosa, se confesaba vencida por primera vez. Que si yo<br />

había ganado una victoria, era a ella a quien se la gané; que había<br />

logrado, como pudieran haberlo hecho la enfermedad, las penas o los<br />

años, aflojar su voluntad y quebrantar su ánimo, y que aquella noche<br />

comenzaba una era nueva y sería una triste fecha. De haberme atrevido,<br />

habría dicho a mamá: «No, no quiero que te acuestes aquí». Pero<br />

conocía bien aquella práctica discreción suya, realista, diríamos hoy,<br />

que templaba en su persona la naturaleza ardientemente idealista de mi<br />

abuela, y me daba cuenta de que ahora que el mal ya estaba hecho,<br />

prefería dejarme saborear por lo menos el placer de la calma y no ir a<br />

molestar a mi padre.<br />

Verdad que el hermoso rostro de mi madre tenía aún el brillo de<br />

la juventud aquella noche en que me guardaba cogidas las manos<br />

intentando acabar con mi llanto; pero precisamente se me figuraba que<br />

aquello no debía ser, y su cólera habría sido menos penosa para mí que<br />

aquella dulzura nueva, desconocida de mi infancia; y que con una<br />

mano impía y furtiva acababa de trazar en su alma la primera arruga y<br />

pintarle la primera cana. Esta idea me hizo llorar aún más, y entonces vi<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

33

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!