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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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poder pronunciar todavía bien su precioso nombre de Príncipes de<br />

cuento de hadas francés, llegados acaso hacía muchos siglos <strong>del</strong><br />

Asia, pero afincados para siempre en el pueblo, contentos <strong>del</strong><br />

modesto horizonte, satisfechos <strong>del</strong> sol y de la orilla <strong>del</strong> río, fieles a la<br />

vista de la estación, y que conservaban, sin embargo, en su<br />

simplicidad popular, como algunas de nuestras viejas telas pintadas, un<br />

poético resplandor oriental.<br />

<strong>En</strong>treteníame en mirar las garrafas que ponían los chicos en el<br />

río para coger pececillos, y que, llenas de agua <strong>del</strong> río, que a su vez las<br />

envuelve a ellas, son al mismo <strong>tiempo</strong> continente. de transparentes<br />

flancos, como agua endurecida, y contenido. encerrado en un<br />

continente mayor de cristal líquido y corriente; y me evocaban la<br />

imagen de la frescura de manera más <strong>del</strong>eitable e irritante que si<br />

estuvieran en una mesa puesta, porque me la mostraban fugitiva<br />

siempre en aquella perpetua aliteración entre el agua sin consistencia,<br />

donde las manos no podían cogerla, y el cristal sin fluidez, donde no<br />

podía gozarse el paladar. Yo me prometía ir más a<strong>del</strong>ante a aquel sitio,<br />

con cañas de pescar; lograba que sacaran un poco <strong>del</strong> pan de la<br />

merienda, y lanzaba al río unas bolitas, que parecía como que bastaban<br />

para determinar en él un fenómeno de sobresaturación, porque el agua<br />

se solidificaba en seguida, alrededor de las bolillas, en racimos<br />

ovoideos de hambrientos renacuajos, que sin duda tenía hasta entonces<br />

en disolución, invisibles, y ya casi en vía de cristalizar.<br />

<strong>En</strong> seguida empezaban a obstruir la corriente las plantas<br />

acuáticas. Primero había algunas aisladas, como aquel nenúfar<br />

atravesado en la corriente y tan desdichadamente colocado que no<br />

paraba un momento, como una barca movida mecánicamente, y<br />

que apenas abordaba una de las márgenes cuando se volvía a la otra,<br />

haciendo y rehaciendo eternamente la misma travesía. Su<br />

pedúnculo, empujado hacia la orilla, se desplegaba, se alargaba, se<br />

estiraba en el último límite de su tensión hasta la ribera, en que le<br />

volvía a coger la corriente, replegando el verde cordaje, y se llevaba a<br />

la pobre planta a aquel que con mayor razón podía llamarse su<br />

punto de partida, porque no se estaba allí un segundo sin volver a<br />

zarpar, repitiendo la misma maniobra. Yo la veía en todos nuestros<br />

paseos, y me traía a la imaginación a algunos neurasténicos, entre<br />

los cuales incluía papá a la tía Leoncia, que durante años nos<br />

ofrecen invariablemente el espectáculo de sus costumbres raras,<br />

creyéndose siempre que las van a desterrar al día siguiente, y sin<br />

perderlas jamás, cogidos en el engranaje de sus enfermedades y<br />

manías, los esfuerzos que hacen inútilmente para escapar contribuyen<br />

únicamente a asegurar el funcionamiento y el resorte de su dietética<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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