05.08.2013 Views

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

para refrescar las imágenes que mi cansada memoria no podía ya<br />

encontrar; de esa Gilberta Swann, con la que jugué la víspera y a<br />

la que acababa de conocer y de saludar, gracias a un instinto<br />

ciego como el que al andar nos pone un pie <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> otro antes de<br />

tener <strong>tiempo</strong> de pensarlo, en seguida ocurría todo como si ella y la<br />

chiquilla objeto de mis sueños fueran dos personas distintas. Por<br />

ejemplo, si desde el día antes llevaba yo en la memoria unos ojos<br />

fogosos en unas rejillas llenas y brillantes, el rostro de Gilberta<br />

ofrecíame ahora insistentemente algo de lo que precisamente no<br />

me acordé, un agudo afilarse de la nariz, que iba a asociarse<br />

inmediatamente a otros rasgos fisonómicos, y lograba la importancia de<br />

esos caracteres que en historia natural definen una especie,<br />

cambiándola en una muchacha que podría incluirse en el género de las<br />

de hocico puntiagudo. Mientras que me disponía a aprovecharme de<br />

ese ansiado momento para entregarme con aquella imagen de<br />

Gilberta que antes de llegar tenía ya preparada y que ahora no sabía<br />

encontrar en mi cabeza, a las rectificaciones, gracias a las cuales<br />

luego, en las largas horas de la soledad, podría estar absolutamente<br />

seguro de que la que yo recordaba era exactamente la Gilberta real, y de<br />

que mi amor a ella era lo que yo iba agrandando poco a poco como una<br />

obra que estamos componiendo. Gilberta me daba una pelota; y lo<br />

mismo que el filósofo idealista que con su cuerpo se fija en el mundo<br />

exterior sin que su inteligencia crea que existe realmente, el mismo yo<br />

que me obligara a saludarla antes de haberla reconocido se apresuraba a<br />

hacerme coger la pelota que me tendía ella (como si Gilberta fuera un<br />

compañero con quien venía yo a jugar y no un alma hermana con la que<br />

venía a unirme), y me hacía hablarle, por educación, de mil cosas<br />

amables e insignificantes, impidiéndome, de ese modo, que guardara<br />

el silencio que acaso me habría permitido llegar a coger la imagen<br />

urgente y extraviada, o que le dijera las palabras que serían paso<br />

definitivo para nuestro amor y con las que ya no podía contar hasta la<br />

tarde siguiente. Sin embargo, el amor nuestro daba algunos pasos<br />

a<strong>del</strong>ante. Un día fuimos con Gilberta hasta el puesto de nuestra<br />

vendedora, que estaba siempre muy amable con nosotros .porque a<br />

ella le compraba siempre el señor Swann su pan de especias, que<br />

consumía, por razón de higiene, en gran cantidad, por padecer de<br />

una eczema congénita y el estreñimiento de los profetas., y<br />

Gilberta me enseñó, riéndose, dos chiquillos que venían a ser el chico<br />

colorista y el chico naturalista de los libros infantiles. Porque uno de<br />

ellos no quería una barrita de caramelo encarnada por la razón de<br />

que a él le gustaba el color violeta, y el otro, saliéndosele las<br />

lágrimas, se negaba a aceptar una ciruela que su niñera quería<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

339

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!