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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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los espinos blancos, pero aún con mayor asombro, de que la intención<br />

de festividad no estaba traducida en aquellas flores de modo ficticio; y<br />

por un arte de industria humana, sino que era la Naturaleza misma la<br />

que espontáneamente le había dado expresión con la sencillez de una<br />

comerciante de pueblo que trabaja en un altarcito <strong>del</strong> Corpus,<br />

recargando el arbusto con sus rositas sobremanera tiernas y de un<br />

carácter de Pompadour de provincia. <strong>En</strong> lo alto de las ramas, como<br />

otros tantos tiestecillos de rosales revestidos de papel picado, de esos<br />

que en las fiestas mayores adornaban el altar con sus <strong>del</strong>gados husos,<br />

pululaban mil capullitos de tono más pálido, que, entreabriéndose,<br />

dejaban ver, como en el fondo de una copa de mármol rosa, ágatas<br />

sangrientas, y <strong>del</strong>ataban aún más claramente que las flores la esencia<br />

particular e irresistible <strong>del</strong> espino, que dondequiera que eche brote<br />

o florezca, no sabía hacerlo más que con color de rosa.<br />

Intercalado en el seto, pero diferenciándose de él, como una<br />

jovencita en traje de fiesta entre personas desaseadas que se quedarán<br />

en casa, ya preparado para el mes de María, <strong>del</strong> que parecía estar<br />

participando, brillaba sonriente, con su fresco vestido rosa, el arbusto<br />

católico y <strong>del</strong>icioso.<br />

El seto dejaba ver en el interior <strong>del</strong> parque un paseo que<br />

tenía a los lados jazmines, pensamientos y verbenas entremezcladas<br />

con alhelíes que abrían su fresca boca, de un rosa fragante y pasado<br />

como cuero de Córdoba; en la arena <strong>del</strong> centro <strong>del</strong> paseo una manga de<br />

riego, pintada de verde, iba serpenteando, y en los sitios donde tenía<br />

agujeros lanzaba por encima de las flores, cuyo aroma impregnaba<br />

con su frescura, el abanico vertical y prismático de sus gotillas<br />

multicolores. De repente me fiaré, sin poder moverme, como sucede<br />

cuando vemos algo que no sólo va dirigido a nuestro mirar, sino que<br />

requiere más profundas percepciones y se adueña de nuestro ser entero.<br />

Una chica de un rubio rojizo, que, al parecer, volvía de paseo, y que<br />

llevaba en la mano una azada de jardín, nos miraba, alzando el rostro,<br />

salpicado de manchitas de color de rosa. Le brillaban mucho los<br />

negros ojos, y como yo no sabía entonces, ni he llegado luego a<br />

saberlo, reducir a sus elementos objetivos una impresión fuerte,<br />

como no tenía bastante de eso que se llama .espíritu de<br />

observación. para poder aislar la noción de su color, por mucho <strong>tiempo</strong>,<br />

cuando pensé en ella, el recuerdo <strong>del</strong> brillo de sus ojos se me<br />

presentaba como de vivísimo azul, porque era rubia; de modo que quizá<br />

si no hubiera tenido ojos tan negros .cosa que tanto sorprendía al<br />

verla por vez primera. no me hubieran enamorado en ella tanto<br />

como me enamoraron, y más que nada sus ojos azules.<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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