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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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Unos cuantos meses después, cuando mi abuelo preguntaba al<br />

nuevo amigo de Swann si seguía viendo a éste tan a menudo, al<br />

interlocutor se le alargaba la cara. .Nunca pronuncie usted su nombre<br />

en mi presencia.. .Pero si yo creía que eran ustedes.... De ese modo fue<br />

íntimo durante unos meses de unos primos de mi abuela, y cenaba casi<br />

a diario en su casa. Pero de pronto dejó de ir sin decir una<br />

palabra. Ya creyeron que estaba malo, y la prima de mi abuela iba a<br />

mandar preguntar por él, cuando se encontró en la despensa una carta<br />

que por equivocación había ido a parar al libro de cuentas de la<br />

cocinera. <strong>En</strong> esa carta notificaba a aquella mujer que se marchaba de<br />

París y no podría ya ir nunca por allí. Y es que ella era querida suya, y<br />

en el momento de romper estimó que a ella sola debía avisar.<br />

Cuando su querida <strong>del</strong> momento era, por el contrario, persona<br />

<strong>del</strong> gran mundo, o por lo menos que tenía abiertas sus puertas, aunque<br />

fuera de extracción humilde o de posición algo equívoca, Swann<br />

entonces volvía a aquel ambiente, pero sólo a la órbita particular en que<br />

ella se movía, a donde él la llevara. .Esta noche no hay que contar con<br />

Swann .se decían.; es la noche de ópera de su dama americana.. Y<br />

lograba que la invitaran a casas aristocráticas de muy difícil acceso,<br />

donde él tenía sus costumbres hechas, su comida un día a la semana<br />

y su poker; todas las noches, después que un leve rizado en su espeso<br />

pelo rojo templaba con cierta suavidad el ardor de sus ojos verdes,<br />

escogía una flor para el ojal y se iba a cenar a casa de tal o cual señora<br />

de sus amistades, donde estaría su querida; y entonces, al pensar en<br />

las pruebas de admiración y de amistad que todas aquellas elegantes<br />

personas que por allí habría, y que lo miraban a él como árbitro de la<br />

elegancia, le iban a prodigar en presencia de la mujer querida, aun<br />

encontraba su encanto a esta vida mundana, de la que ya estaba<br />

hastiado, sí, pero que en cuanto incorporaba a ella un amor nuevo<br />

se le aparecía bella y preciosa, porque la materia de esa vida se<br />

impregnaba y se coloraba con una llama latente y retozona.<br />

Pero mientras que todas estas relaciones o flirts fueron<br />

realización más o menos completa <strong>del</strong> sueño inspirado por un rostro o<br />

un cuerpo que a Swann le parecieran espontáneamente y sin<br />

esforzarse muy bonitos, en cambio, cuando un día, en el teatro, le<br />

presentó a Odette de Crécy uno de sus amigos de antaño, que le habló<br />

de ella como de una mujer encantadora, de la que acaso se pudiera<br />

lograr algo, pero presentándola como más difícil de lo que en realidad<br />

era con objeto de dar aún mayor valor de amabilidad al hecho de la<br />

presentación, Odette pareció a Swann, no fea, pero de un género de<br />

belleza que nada le decía, que no le inspiraba el menor deseo, que<br />

llegaba a causarle una especie de repulsión física: una de esas mujeres<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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