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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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extensión, y yendo a morir a mis pies, tibio y murmurante, entre los<br />

tréboles y los pipirigallos, aquella llanura que a los dos nos era común<br />

parecía como que nos acercaba y nos unía, y yo me figuraba que<br />

aquel soplo de viento la había rozado; que el murmullo de la brisa que<br />

yo no podía entender, era un mensaje suyo, y besaba el aire al pasar. A<br />

la izquierda había un pueblo llamado Champieu (Campus Pagani,<br />

según el cura). A la derecha veíanse, asomando por encima de los<br />

trigales, los dos campanarios rústicos y cincelados de San Andrés <strong>del</strong><br />

Campo, afilados, escamosos, torneados, amarillos, grumosos,<br />

alveolados como dos espigas más.<br />

A simétricos intervalos, en medio de la inimitable<br />

ornamentación de su follaje, inconfundible con el de ningún otro árbol<br />

frutal, abrían los manzanos sus largos pétalos de satén blanco, o<br />

dejaban colgar los tímidos ramitos de sus capullos encarnados.<br />

Por allí, por el lado de Méséglise, es donde observé por vez<br />

primera esa sombra redonda que dan los manzanos en la tierra soleada,<br />

y esas sedas de oro que el sol poniente teje oblicuamente bajo las<br />

hojas <strong>del</strong> árbol, y cuya continuidad veía yo a mi padre romper con<br />

su bastón, pero sin desviar nunca sus hilos.<br />

Muchas veces, por el cielo de la tarde cruzaba la luna, blanca<br />

como una nube, furtiva, sin brillo, igual que una actriz cuya hora de<br />

trabajar no llegó aún, y que en traje de calle mira desde la sala a sus<br />

compañeras, sin llamar la atención, deseando que nadie se fije en ella.<br />

Me gustaba encontrar su imagen en los libros y en los cuadros, pero<br />

esas obras de arte diferían mucho .por lo menos durante, los primeros<br />

años, antes de que Bloch acostumbrara mi vista y mi pensamiento<br />

a más sutiles armonías. de esas en que hoy me parecería bella la<br />

luna, y que entonces no me decían nada.<br />

Era, por ejemplo, en una novela de Saintine, en un paisaje de<br />

Gleyre, donde dibuja limpiamente en el cielo su hoz de plata, en obras<br />

de esas ingenuamente incompletas, coma lo eran mis propias<br />

impresiones, obras que indignaba a las hermanas de mi abuela el<br />

que yo admirara. Creían ellas que deben presentarse a los niños<br />

obras de arte de las que admiramos definitivamente cuando somos<br />

hombres maduros, y que los niños demuestran buen gusto si las<br />

encuentran agradables desde un principio. Y es porque, sin duda, se<br />

representaban los méritos estéticos como objetos materiales, que<br />

unos ojos abiertos no tienen más remedio que percibir, sin necesidad de<br />

haber ido madurando lentamente sus equivalentes dentro <strong>del</strong> propio<br />

corazón.<br />

Por el lado de Méséglise, en Montjouvain, casa situada junto a<br />

una gran charca y al abrigo de una escarpa llena de matorrales,<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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