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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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Franquetot, padecía porque la conciencia que ella tenía de su<br />

parentesco con los Guermantes no pudiera manifestarse<br />

externamente en caracteres visibles, como esos que en los mosaicos de<br />

las iglesias bizantinas están colocados unos juntos a otros y<br />

representan en una columna vertical, junto a un Santo Personaje, las<br />

palabras cuya pronunciación se le atribuye. Estaba pensando que<br />

en los seis años que llevaba, de casada su joven prima, la princesa de<br />

los Laumes, no la había invitado ni había ido a verla una sola vez. Esa<br />

idea la llenaba de cólera y al mismo <strong>tiempo</strong> de orgullo, porque a<br />

fuerza de decir a la gente que se extrañaba por no verla en casa de la<br />

princesa de los Laumes, que no iba allí para no encontrarse con la<br />

princesa Matilde .cosa que su ultralegitimista familia no le habría<br />

perdonado nunca., acabó por creerse que ése era, en efecto, el motivo<br />

que le impedía ir a casa de su prima.<br />

Sin embargo, recordaba, pero de un modo confuso, haber<br />

preguntado más de una vez a la princesa de los Laumes cómo podrían<br />

arreglarse para verse; pero a ese recuerdo humillante lo neutralizaba, y<br />

con mucho, murmurando: .A mí no me toca dar los primeros pasos,<br />

porque tengo veinte años más que ella.. Gracias a la virtud de estas<br />

palabras interiores echaba altivamente atrás los hombros,<br />

despegándolos <strong>del</strong> busto; y como tenía la cabeza inclinada hacia a un<br />

lado, casi horizontal, recordaba la cabeza .añadida. de un faisán<br />

orgulloso que se sirve a la mesa con todo su plumaje. Era, por<br />

naturaleza, pequeña, hombruna y regordeta; pero los desaires le<br />

habían dado tiesura, como esos árboles que, nacidos en mala postura al<br />

borde de un precipicio, no tienen más remedio que crecer hacia atrás<br />

para guardar el equilibrio. Y obligada, para consolarse así de no ser<br />

tanto como los demás de Guermantes, a decirse siempre que si los<br />

trataba poco era por intransigencia de principios y por orgullo, aquella<br />

idea llegó a mo<strong>del</strong>ar su cuerpo, prestándole una especie de majestuoso<br />

porte que, para las gentes de clase media, parecía un signo de su<br />

alta estirpe, y que, de cuando en cuando, encendía, con fugitivo deseo,<br />

el apagado mirar de los calaveras de casino. Si se hubiera<br />

sometido la conversación de la marquesa de Gallardon a esos<br />

análisis, que, <strong>busca</strong>ndo la frecuencia mayor o menor con que se repite<br />

una palabra, nos llevan a descubrir la clave de un lenguaje cifrado, se<br />

habría visto que ninguna frase, ni siquiera la más usual, se daba tanto<br />

en sus labios como .en casa de mis primos los de Guermantes, en<br />

casa de mi tía la de Guermantes, la salud de Elzear de Guermantes., .el<br />

baño de mi prima la de Guermantes.<br />

Cuando le hablaban de un personaje famoso, respondía que,<br />

aunque no lo conocía personalmente, lo había visto muchas veces en<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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