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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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Teodoro le habrá enseñado a usted alguna vez, porque lo demás lo<br />

quemó Gilberto. Y luego derrotó al desdichado Carlos, con el<br />

auxilio de Guillermo el Conquistador (el cura pronunciaba Guilermo),<br />

y por eso vienen tantos ingleses a ver la iglesia. Pero no supo<br />

conciliarse las simpatías de los vecinos de Combray, que un día, al salir<br />

Gilberto de misa, se arrojaron sobre él y le cortaron la cabeza. Teodoro<br />

tiene un librito donde se explica todo eso.<br />

Pero, indudablemente, lo más curioso de nuestra iglesia es la<br />

vista desde el campanario, que es grandiosa. Claro que a usted, que no<br />

está muy fuerte, no le aconsejaría yo que subiera los noventa y siete<br />

escalones, la mitad precisamente que en el célebre Duomo, de Milán.<br />

Hay para cansar a una persona sana, mucho más teniendo en cuenta que<br />

hay que subir doblado para no romperse la cabeza, y que va uno<br />

recogiendo con la ropa todas las telarañas de la escalera.<br />

De todos modos, tendría usted que abrigarse bien, añadía<br />

(sin observar la indignación que causaba a mi tía esa idea de suponerla<br />

capaz de subir al campanario), porque arriba hay una corriente de aire<br />

tremenda. Hay personas que dicen haber sentido allí el frío de la<br />

muerte. Pero los domingos siempre vienen partidas de gente, a veces de<br />

muy lejos, para admirar la belleza <strong>del</strong> panorama, y siempre vuelven<br />

encantados. Mire usted, precisamente el domingo que viene encontraría<br />

usted gente, porque son las Rogaciones. Y hay que confesar que<br />

desde allá arriba hay un panorama mágico, con unas vislumbres de la<br />

llanura a lo lejos, que tiene un carácter muy particular. Cuando hace<br />

un <strong>tiempo</strong> claro se puede distinguir hasta Verneuil. Y, además, se<br />

dominan a un <strong>tiempo</strong> cosas que de otro modo no se pueden ver más<br />

que separadamente; por ejemplo, el curso <strong>del</strong> Vivonne y los fosos<br />

de Saint-Assise les Combray, que están separados <strong>del</strong> río por una<br />

cortina de árboles muy grande, o los distintos canales de Jouy le<br />

Vicomte (Gaudiacus vice comitis, como usted sabe). Cada vez que<br />

he ido a Jouy le Vicomte he visto un trozo de canal, y al volver<br />

una calle veía otro, pero entonces ya desaparecía el anterior, y<br />

aunque los reuniera con el pensamiento ya no hace efecto. Desde el<br />

campanario de San Hilario ya es otra cosa: se los ve formar como una<br />

red en que está cogida la localidad.<br />

Ahora, que no se distingue el agua, y parecen grandes grietas<br />

que dividen el pueblo en varios trozos, tan perfectamente como<br />

un brioche ya cortado, pero con los pedazos juntos. Para verlo bien <strong>del</strong><br />

todo habría que estar al mismo <strong>tiempo</strong> en el campanario de San<br />

Hilario y en Jouy le Vicomte.<br />

Tanto cansaba a mi tía el cura, que apenas se marchaba no<br />

tenía más remedio que despedir a Eulalia.<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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