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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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Le hubiera gustado ver a Swann, y ver a Tansonville; pero con<br />

sólo el deseo se le agotaban las fuerzas, y ya no le quedaban para<br />

llevarlo a realización. A veces, el buen <strong>tiempo</strong> la reanimaba un poco, se<br />

levantaba, se vestía; pero el cansancio llegaba antes de que hubiera<br />

salido a la otra habitación, y pedía de nuevo la cama. Y es que para ella<br />

ya había empezado más pronto de lo que suele llegar ese gran<br />

abandono de la vejez, que está preparándose a morir, que se envuelve<br />

en su crisálida, dejación que se puede advertir allá al fin de las vidas<br />

que se prolongan mucho, hasta entre amantes que se quisieron<br />

profundamente, entre amigos que estuvieron unidos por los más<br />

generosos lazos, y que al llegar un año dejan ya de hacer el viaje o la<br />

salida necesarios para verse, no se escriben y saben que no volverán a<br />

comunicarse en este mundo. Mi tía sabía muy bien, sin duda, que nunca<br />

más vería a Swann, que no volvería a salir de su casa; pero esa<br />

reclusión definitiva hacíasela cómoda la misma razón que, según<br />

nosotros, debiera serle más dolorosa; y es que aquella reclusión se la<br />

imponía la disminución, perceptible para ella cada día que pasaba, de<br />

sus fuerzas, y que al convertir todo acto y movimiento en cansancio o<br />

en sufrimiento, revestía a la inacción, al aislamiento y al silencio de la<br />

suavidad reparadora y bendita <strong>del</strong> descanso.<br />

Mi tía no fue a ver el seto de espino rosa; pero yo preguntaba a<br />

cada momento a mis padres si no iba a ir, si antes iba a menudo a<br />

Tansonville, para hacerlos hablar de los padres y los abuelos de la<br />

señorita de Swann, que me parecían seres enormes, como los dioses.<br />

Ansiaba oír ese nombre, para mí casi mitológico, de Swann,<br />

cuando hablaba con mis padres, y no me atrevía a pronunciarlo<br />

yo, pero arrastraba a mis padres a temas de conversación<br />

concernientes a Gilberto y a su familia, referentes a ella, y que no me<br />

dejaban muy aislado de ella; y de pronto obligaba a mi padre, haciendo<br />

como que me creía que el cargo que tuvo mi abuelo ya lo había tenido<br />

otra persona de la familia, o que el seto de espino rosa, que quería ver<br />

la tía Leoncia, estaba en terrenos comunales, a rectificarme,<br />

diciéndome como espontáneamente y para corregirme: .No, no, ese<br />

cargo lo tenía el padre de Swann; el seto es <strong>del</strong> padre de Swann. Y<br />

entonces yo volvía a respirar, porque ese nombre, que en el momento<br />

de oírlo me parecía más lleno que ninguno, porque tenía la pesantez de<br />

las muchas veces que yo lo había pronunciado antes mentalmente, al<br />

posarse en el lugar de mi alma, en que siempre estaba escrito,<br />

pesaba hasta ahogarme. Causábame un placer que me daba<br />

vergüenza haberme atrevido a solícitas de mis padres, porque era un<br />

placer tan grande, que, sin duda, debió de costarles mucha pena el<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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