Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

La narración es del Yahvista. Son fácilmente
reconocibles sus características: a) El nombre de
Yahvé o «el Ángel de Yahvé». b) Usa sifiah para decir
«criada» (E usa 'amah). c) La imagen antropomórfica
de Yahvé, que sale al encuentro de Agar, como si
de un hombre se tratara, d) La importancia dada a la
mujer en la marcha de la familia, en el nacimiento,
en la imposición del nombre del hijo, e) Los juegos
etimológicos, f) La despreocupación por justificar
moralmente las acciones: podemos comparar este
capítulo con el 21, que es del Elohísta. g) También es
propio de J el que comiencen actuando los hombres
al margen de Dios y no hagan más que crear problemas,
pero que luego intervenga Yahvé y haga volver
las cosas a su cauce (recordemos 12,10-20).
Pero el marco es de P: «Y Sara, mujer de Abram,
no le había dado a luz» (v. la). Al cabo de diez años
de habitar Abram en el país de Canaán, tomó Sara, la
mujer de Abram, a su esclava Agar la egipcia, y se la
dio por mujer a su marido Abram» (v. 3). «Y parió
Agar para Abram un hijo, y llamó Abram a su hijo
que parió Agar Ismael» (v. 15). «Tenía Abram ochenta
y seis años cuando Agar le dio su hijo Ismael» (v.
16). Son características de esta tradición: a) La preocupación
cronológica y las altas edades de los
patriarcas. Cuando Abram salió de Jarán tenía 75
años (12,4b), con lo que al llegar a Canaán tendría
76. Sumados 10 años que habían habitado en
Canaán (suficientes para perder la esperanza de
tener hijos), llegamos a los 86 del v. 16. b) En la
narración J el hijo le nace a Sara, o a Agar, no a
Abram; en P le nace a Abram. En J es Agar la que
pone nombre a su hijo Ismael, por indicación de
Yahvé; en P es Abram. El protagonismo que en J es
totalmente de las mujeres, en P es de Abram. c) «El
país de Canaán».
1-2. Para una mujer casada el tener hijos era una
necesidad imperiosa. Pero Saray era estéril y no los
tenía. J lo decía en 11,30: «Yresultó Saray estéril: no
tenía (ningún) hijo». P lo dice aquí de otra manera:
«F Saray mujer de Abram no había dado a luz para
él». En J es un problema para Sara; en P lo es para
Abram.
Saray recurre a un medio que, si no le resolvía el
problema, al menos lo paliaba. «Tenía ella una cria­
da egipcia». Parece ser que el término usado por J
para «criada», sifjah, no es equivalente exacto de
'amah, que suele usar E. No era una esclava a secas,
sino una criada de la esposa, de la que ella tenía
derecho a disponer, y con la que tenía una relación
de confianza personal (ver 24,59.61). Esa relación de
la criada con su ama continuaba después de que la
tomara el marido como concubina. (Se insiste varias
veces en que no era esclava de Abram, sino de su
mujer). Agar era una «criada egipcia». En 12,16 se
dice que el Faraón dio a Abram siervos y siervas.
Puede querer significar un origen mestizo de los
ismaelitas.
Comienza la acción con una palabra densa de
Saray a su marido. En su brevedad están encerrados
años de experiencia matrimonial decepcionante
para Saray. (Pero véase qué diferente fue la respuesta
de Elcaná a Ana, la madre de Samuel, 1 Sm 1,8).
«Yahvé me ha hecho estéril»: tanto la fecundidad
como la esterilidad se hacían depender directamente
de Yahvé (ver 4,1). Dios es el que abre el vientre de
la madre (29,31; 30,22).
«Únete (bo': llégate), pues, te ruego, a mi criada».
«Únete»: ese verbo en Dt 21,13 se dice respecto de la
esclava que pasa a ser esposa; ése puede ser el sentido
también aquí: no se trata de una relación pasajera,
sino de que Saray está dispuesta a compartir
aquel marido con otra mujer. Se ve que en la época
patriarcal era hasta cierto punto normal el que una
esposa estéril pudiera dar a su marido como mujer
una esclava suya. Pasado el tiempo, los narradores
israelitas no entendían con exactitud aquellas instituciones
antiguas, por lo que las transmiten de manera
imprecisa.
«Acaso tenga yo de ella hijos»: la intención de
Saray no es directamente la de dar a Abram hijos,
sino la de tenerlos ella, aunque sea por esa ficción
jurídica. Tampoco piensa en que por ese camino se
cumplan las promesas; en eso pensaría su marido:
ella obedecía a la ley de su propio corazón.
El verbo utilizado puede derivarse de ben, «hijo»,
pero también de banah, «edificar»: «Acaso seayo edificada
de ella», en el sentido de que una mujer en
aquella sociedad se integraba plenamente en el edificio
familiar de su marido sólo cuando tenía hijos.
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