Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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de las provisiones gratuitas signo de increíble benevolencia<br />
por parte de quien tan severamente los<br />
había tratado. Pero lo del dinero en los sacos les iba<br />
a resultar un preocupante misterio, como veremos.<br />
Sólo el lector sabe que la intención de José no era ni<br />
tender una trampa a sus hermanos ni siquiera crearles<br />
desconcierto, sino favorecerles todo lo posible sin<br />
darse a conocer.<br />
27-28. Al llegar al lugar donde se hacía noche,<br />
uno de los hermanos descubre el dinero en la boca<br />
del saco. Cuando se lo contó a sus hermanos, «el<br />
corazón de éstos desfalleció» (literalmente: «se les<br />
salió el corazón»), y se echaron a temblar, diciéndose<br />
unos a otros: «¿Qué es lo que nos ha hecho Dios?».<br />
Cuando esperaban verse libres de la acusación de<br />
espionaje, les puede caer encima, sin culpa alguna de<br />
su parte, por pura maldad del poderoso, la acusación<br />
de ladrones. Acaso les estaban ya persiguiendo los<br />
guardias egipcios. O les estarían esperando en el próximo<br />
viaje. «¿Qué es lo que nos ha hecho Dios?». Es<br />
la exclamación de quienes se sienten culpables y ven<br />
en todo el negocio la mano de Dios, que castiga su<br />
crimen.<br />
La escena se entiende sin dificultad; pero es difícilmente<br />
compatible con el v. 35, donde todos y cada<br />
uno de los hermanos encuentra el dinero en su talega<br />
cuando llegan a casa de su padre. Los partidarios<br />
de la distinción de fuentes ven en los w. 27-28 la<br />
mano de J y en el v. 35 la de E. Los que niegan la distinción<br />
recurren a otras soluciones.<br />
En el segundo viaje de los hermanos a Egipto,<br />
narrado por J, Judá cuenta que todos los hermanos<br />
descubrieron la plata en las talegas cuando llegaron<br />
a la posada y abrieron sus sacos. Esto está en contradicción<br />
con 42,35, pero no con 42,27-28. <strong>Para</strong> el<br />
narrador y para los lectores es obvio que, cuando se<br />
pararon a pasar la noche y uno descubrió el dinero<br />
en el saco, no esperaron los demás a llegar a casa<br />
para ver si en su saco ocurría lo mismo.<br />
29-38. Al llegar a casa del padre, le resumen sus<br />
aventuras. El que en realidad, y para el lector, es su<br />
hermano José, y para ellos es «el hombre señor del<br />
país», los ha tomado por espías, se ha quedado con<br />
uno de ellos, y les ha exigido que vuelvan con el her<br />
mano pequeño. Ésa será la prueba de que no son<br />
espías, y la condición para que les devuelva el hermano<br />
preso, y para que puedan circular libremente<br />
por el país.<br />
Es de notar que no le dicen a su padre nada de<br />
lo que, según los w. 27-28, debía ser la máxima<br />
preocupación: el dinero hallado en la boca del saco<br />
de uno (o de los sacos de todos). Es más adelante, en<br />
el v. 35, donde se dice que los hermanos, después de<br />
contarle la historia al padre, encontraron el dinero<br />
en sus talegas. Pero este episodio se interpone entre<br />
la narración de los hijos y la reacción del padre en el<br />
v. 36. Y las palabras del padre reflejan fielmente la<br />
sustancia del resumen que le han hecho sus hijos,<br />
pero no aluden para nada a la complicación adicional<br />
surgida del hallazgo del dinero, a pesar de que<br />
sintió miedo, igual que sus hijos. Por lo que es de<br />
creer que el v. 35 fue añadido posteriormente.<br />
36-38. La reacción del padre a la vuelta de sus<br />
hijos y ante las noticias que le traen es similar a la<br />
que tuvo cuando aquella otra vuelta, después de<br />
haber vendido a José. «Me dejáis sin hijos. No está<br />
José. No está Simeón. Y a Benjamín me lo lleváis.<br />
Todo esto cae sobre mí». Jacob, en su tristeza, atribuye<br />
a sus hijos una culpa que no tienen (o no sabe<br />
que tienen). El no sabe que ellos son los culpables de<br />
que falte José; y, desde luego, no es culpa suya el que<br />
José se haya quedado con Simeón como rehén, ni de<br />
que exija la presencia de Benjamín. Pero los patriarcas<br />
tenían algo de profetas, y acertaban incluso<br />
cuando parece que mentían (Gn 22,8). Toda aquella<br />
triste situación era consecuencia del crimen cometido<br />
con su hermano José. Los mismos hermanos lo<br />
habían reconocido (v. 22) y sabían que su padre tenía<br />
razón.<br />
Interviene Rubén, el protagonista de la historia<br />
según esta versión de los hechos, para responsabilizarse<br />
de devolver sano y salvo a Benjamín. Ofrece<br />
como garantía la vida de sus dos hijos. Aunque literalmente<br />
dice: «A mis dos hijos harás morir si no te<br />
lo traigo», no se puede entender que, si no devuelve<br />
a Benjamín, Jacob pueda matar a sus dos hijos. ¿De<br />
qué le serviría a Jacob perder, además de su hijo, sus<br />
dos nietos? Es una frase retórica, como un juramento<br />
por la vida de sus hijos.<br />
PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 259