Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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elacionar el nombre de Noé (Noaj) con el verbo njm,<br />
que en la forma piel significa «consolar». Pero los<br />
traductores griegos parece que leyeron el verbo nüaj,<br />
que significa «hacer descansar»: un hijo como Noé<br />
consuela a sus padres, o les proporciona el descanso<br />
del duro trabajo de la tierra impuesto por Dios.<br />
Yahvé había dicho al hombre: «Maldito sea el suelo<br />
por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento<br />
todos los días de tu vida» (3,17). Ese consuelo puede<br />
venir de que, cuando Noé ofrece sacrificios a Yahvé<br />
después del diluvio, Dios promete no maldecir<br />
más el suelo por causa del hombre (8,20-22); o más<br />
bien de que Noé inventó el vino (9,20-21), que es un<br />
alivio en los duros trabajos del campo 4 . Es este dato<br />
como un respiro en la angustiosa narración de J, en<br />
la que, hasta que lleguemos a Abraham, todos son<br />
relatos de pecados y de sus tristes consecuencias.<br />
32. La continuación del relato, en el que aparecerán<br />
tres hijos de Noé, obliga al narrador a pasarse<br />
a otra forma de genealogía, en la que se indica la<br />
ramificación de la estirpe en sus diversos hijos.<br />
Los datos acerca de Noé (v. 32) quedan truncados<br />
y se completarán en 9,28-29, porque entretanto<br />
se ha de contar la historia del diluvio.<br />
¿De dónde tomó el narrador P los nombres? No<br />
de las listas babilónicas, como hemos dicho, sino de<br />
las propias tradiciones de Israel. En 4,17-24 se daba<br />
el comienzo de la genealogía de los descendientes de<br />
Caín; en 4,25-26, la de los setitas. De esas dos series<br />
sacó P la suya de 9 nombres (el décimo era obligadamente<br />
Noé). Los nombres 1, 2 y 3 coinciden<br />
exactamente con los de 4,25-26: Adam, Set y Enósh.<br />
Los nombres 4 al 9 son, o exacta o aproximadamente,<br />
los de 4,17-18, y casi en su mismo orden: Qainán-Kain,<br />
Mahalalel-Mejuyael, Yered-Irad, Henok-<br />
Henok, Metushelaj-Metushael, Lámec-Lámec. Toma,<br />
pues, esos nombres o de J o de una tradición común<br />
a ambos.<br />
¿Qué sentido tiene lo abultado de las cifras? La<br />
disminución de la longevidad en la historia del hombre<br />
es explicada por J como consecuencia de la<br />
soberbia humana creciente (Gn 6,3). Según P, los<br />
antediluvianos vivieron entre 700 y 1.000 años (Gn<br />
"Véase Sal <strong>10</strong>4,15; Jue 9,13; Jr 16,7; Prov 31,6-7.<br />
5); de Noé a Abraham, entre 200 y 600 (Gn 11,<strong>10</strong>-26);<br />
los patriarcas hebreos, entre <strong>10</strong>0 y 200. Es fácil que<br />
P compartiera la idea de J, porque la vida larga es<br />
una bendición de Dios. Según Is 65,20, en los tiempos<br />
de la salvación morir a los cien años será morir<br />
joven (Prov 3,16; 9,11; <strong>10</strong>,27). La decadencia progresiva<br />
en la vitalidad podría ser interpretada como<br />
consecuencia del alejamiento cada vez mayor del<br />
proyecto primero de Dios. Pero en tal caso parece<br />
que, al llegar al patriarca Abraham, se deberían recuperar<br />
las cifras prediluvianas. Puede, pues, tratarse<br />
de la simple idea primitiva de la gran vitalidad de los<br />
primeros hombres. Además, nuestro autor, aunque<br />
rebajó a límites humanos las cifras míticas de las listas<br />
babilónicas, compartía con ellas la idea de una<br />
larga historia de la humanidad antes del diluvio.<br />
Dado que el número <strong>10</strong> parecía aconsejado en las<br />
genealogías, y quizás porque es el número de la lista<br />
babilónica en su forma reciente, tenía que prolongar<br />
la edad en que cada patriarca engendró a su<br />
hijo, para que no sucediera todo en unos pocos años.<br />
¿De dónde sacaría el autor las cifras concretas de<br />
cada patriarca? No lo sabemos. Seguramente la tradición<br />
de los nombres no mencionaba esas cifras.<br />
¿Serán cifras simbólicas? Si lo son, hemos perdido la<br />
clave, y no sabemos lo que simbolizan. Supuesta la<br />
edad total, no sorprende aquella tan elevada en que<br />
engendraron a sus hijos. En todo caso, son cifras<br />
artificiales, y, si uno se pone a sacar cuentas, se ve<br />
abocado a absurdos. Por ejemplo, Noé no engendró<br />
a sus hijos hasta los 500 años, para que en el momento<br />
del diluvio no aumentara en exceso el número de<br />
personas que debían entrar en el arca, ya que de<br />
haber engendrado antes, deberían haber entrado,<br />
además de los hijos, por lo menos los nietos.<br />
Mientras la tradición de los nombres es bastante<br />
consistente, tanto en Israel como en Babilonia, la<br />
de las cifras es vacilante. Los años desde la creación<br />
hasta el diluvio son: 1.656 según el texto hebreo;<br />
1.307 según el Pentateuco Samaritano; 2.242 en la<br />
versión griega. No sabemos cuál es la forma más primitiva.<br />
Las diferencias se deben probablemente a las<br />
distintas ideas sobre la edad total de la humanidad<br />
entre la creación y el diluvio. En las listas babilónicas<br />
los años antes del diluvio llegan hasta los<br />
432.000 años.<br />
PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 53