Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

LA LISTA DE LOS REYES SUMERIOS
«Cuando el reino bajó de los cielos, el reino estuvo
en Eridu. En Eridu fue rey Alunim y gobernó 28.800
años. Alalgar gobernó 36.000 años. Así dos reyes gobernaron
64.800 años. Yo abandoné Eridu porque el reino
fue llevado a Bad-tibira. En Bad-tibira Enmeenluanna
gobernó 43.200 años; Enmeengalanna gobernó 28.800
años; el dios Dumuzi, un pastor, gobernó 36.000 años.
Así tres reyes gobernaron 108.000 años. [...] Éstas fueron
cinco ciudades, ocho reyes las gobernaron 241.000
años. Después el diluvio barrió la tierra. Después que el
diluvio barrió la tierra, cuando el reino bajó otra vez del
cielo, el reino estuvo en Kish. En Kish, Ga[...]ur fue rey
y gobernó 1.200 años [aquí el texto está bastante
corrompido. Los reyes gobiernan cada uno entre 1.500
y 400 años]. Así 23 reyes gobernaron allí [en Kish]
24.510 años, tres meses y tres días y medio. Kish fue
destruida; su reino fue llevado a Eanna [Uruk]. En Eanna
[Los números son ya menores: los últimos reyes reinan
15, 9, 8, 36, 6, 36 años respectivamente]. Así doce
reyes gobernaron 2.310 años. Uruk fue destruida en
batalla, su reino fue llevado a Ur. [En Ur se enumeran
4 reyes, que reinaron en total 177 años]».
- La lista babilónica se enmarca en la tradición
de un solo pueblo; la genealogía de Gn 5, en el contexto
de la prehistoria de la humanidad, antes de
cualquier división política.
- El género literario es distinto: Gn 5 es una
genealogía de patriarcas con los años de su vida; la
de Babilonia es una lista de reyes en una serie de ciudades,
con los años de su reinado.
- Las cifras bíblicas son modestas en comparación
con las de las listas de reyes babilónicos
antediluvianos, que habrían reinado cada uno entre
18.600 y 65.000 años. Estas cifras no pueden explicarse
por sola la idea de que los antiguos tenían
mayor vitalidad que los modernos. La distancia tan
abismal respecto de la experiencia histórica obliga a
entender esos números como míticos. También en
Egipto los reyes de la era primitiva eran dioses. Eso
vale al menos para los dos primeros reyes babilóni­
cos, que aparecen como dioses o semidioses; es el
tercero el que recibe el nombre de «hombre»; en
cambio nuestros patriarcas son, ya desde el primero,
simplemente hombres, creados por Dios, y no
engendrados por Él.
1-3. «Ésta es la lista de los descendientes de
Adán», literalmente: «Libro de las generaciones de
Adán». Se ha dicho que existía un libro con todas y
solas las genealogías de P, que sería el embrión del
escrito P. Pero aquí se refiere sólo a la genealogía de
Adán: es sólo un pequeño escrito, una lista, no un
«libro» en el sentido nuestro.
Los otros pasajes en que P anuncia «Estas son las
generaciones de...» son: Gn 2,4 a (los cielos y la tierra!);
6,9 (Noé); 10,1 (hijos de Noé); 11,10 (Sem);
11,27 (Téraj, padre de Abram); 25,12 (Ismael); 25,19
(Isaac); 36,1.9 (Esaú); 37,2 (Jacob); Nm 3,1 (Aarón).
«Adán», que de suyo es un nombre común,
«hombre», se usa como nombre propio cuando dice:
«Ésta es la lista de los descendientes de Adán» (v. la)
y «tenía Adán 130 años cuando engendró...» (w. 3-5).
Pero vuelve a ser nombre de la especie humana
cuando recuerda que Dios creó a Adán a su imagen,
los creó varón y hembra, y los bendijo (como 1,26-
28). Cuando añade: «Ylos llamó Adam en el día de su
creación», «Adam» es el nombre de cualquier individuo
de la especie humana, sea varón o mujer. Eso
no se decía en el cap. 1. Allí se cuenta que Dios puso
nombre al día y a la noche, a los cielos, a los mares.
En los caps. 2 y 3 (J), es el varón el que pone nombre
a los animales y a la mujer, pero no se da nombre
a sí mismo. Pero nada existe que no tenga nombre.
Pues bien, Dios es el que pone nombre a la persona
humana. Con la imposición del nombre Dios
describe y determina la naturaleza y el destino de la
raza humana, de manera irreversible. «A su semejanza,
según su imagen». Para nuestro narrador las
genealogías garantizan el derecho a la herencia.
Aquí el hombre deja a su hijo la mejor herencia:
aquella imagen de Dios que había recibido al ser
creado, y su bendición. Se da por supuesto que
ambos dones se transmiten por generación a todos
los descendientes de Adán. Sobre el significado y
valor de esa imagen y de esa bendición, véase el
comentario a Gn 1.
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