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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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Dijo Israel a José: «Yo no contaba con ver más tu rostro, y ahora resulta que<br />

Dios me ha hecho ver también a tus hijos». Y José los sacó de entre las rodillas de<br />

él, y se postró ante él rostro en tierra. José los tomó a los dos, a Eiraím con su derecha<br />

a la izquierda de Israel, y a Manases con su izquierda a la derecha de Israel, y los<br />

acercó a éste. E Israel extendió su derecha y la puso sobre la cabeza de Eiraím, que<br />

era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manases: cruzó las manos, porque<br />

Manases era el primogénito.<br />

Y bendijo a José diciendo:<br />

«El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac,<br />

el Dios que ha sido mi pastor desde que existo hasta el día de hoy,<br />

16 el Andel que me rescató de todo mal, bendiga a estos muchachos;<br />

que se pronuncie sobre ellos mi nombre y el nombre de mis padres Abraham e<br />

Isaac,<br />

que prolireren mucho en medio de la tierra».<br />

Cuando vio José que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de<br />

Eiraím, le pareció mal, y asió la mano de su padre para pasarla de encima de la cabeza<br />

deEf raím a la cabeza de Manases. Y dijo José a su padre: «Así no, padre mío,<br />

que éste es el primogénito; pon tu derecha sobre su cabeza». Pero se negó su padre,<br />

y dijo: «Lo sé, hijo mío, lo sé; también él se convertirá en un pueblo y también él será<br />

grande; pero su hermano el pequeño crecerá más que él, y su descendencia será una<br />

multitud de gentes». Y los bendijo aquel día, diciendo:<br />

«En ti bendecirá Israel, diciendo:<br />

"¡Que Dios te haga como a Eiraím y como a Manases!"».<br />

Y puso a Erraím por delante de Manases.<br />

Y dijo Israel a José: «Yo me muero; pero Dios estará con vosotros y os devolverá<br />

a la tierra de vuestros padres. Y yo, por mi parte, te doy a ti una loma, mejorándote<br />

sobre tus hermanos: la que tomé al amorreo con mi espada y con mi arco».<br />

Nuestra historia tiene que terminar necesariamente<br />

con la muerte de Jacob. El patriarca había<br />

pensado que le llegaría ese día en el dolor de la<br />

muerte de su hijo José (37,35), acaso con la aflicción<br />

añadida de la pérdida de su Benjamín (42,38; 44,<br />

22.29.31). Pero ahora ya puede morir en paz, porque<br />

todavía vive su hijo José, y él lo ha visto vivo (45,28;<br />

46,30).<br />

En las tradiciones antiguas, una vez que Jacob<br />

ha llegado a Egipto y visto a su hijo, no tiene ninguna<br />

razón para seguir viviendo, y muere en seguida (a<br />

diferencia de la tradición P, que le hace vivir en Egip­<br />

290 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />

to todavía 17 años, 47,28). Pero el poco tiempo que<br />

le queda a Jacob debe ser aprovechado por el<br />

patriarca, para que, expresando sus últimas voluntades<br />

y tomando sus últimas disposiciones, haga el<br />

empalme entre la historia de los patriarcas que termina<br />

y la historia del pueblo que está a punto de<br />

comenzar. Es el objeto de 47,29-49,33, que acaba con<br />

el relato P de la muerte de Jacob. Ahora nos limitamos<br />

a 47,29-48,22. Dejamos para luego 49,1-28, las<br />

llamadas «bendiciones de Jacob», incluidas aquí<br />

porque se presentan como última disposición de<br />

Jacob.

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