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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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Hemos llegado al final. Si repasamos brevemente<br />

el camino que hemos recorrido juntos, nos acordaremos<br />

de que nuestro primer encuentro fue con<br />

Dios, el que creó los cielos y la tierra con el solo poder<br />

de su palabra. Un Dios que se interesa por el hombre,<br />

que tiene su mirada puesta en él, hacia el que<br />

ordena todos los demás seres creados, al que crea a<br />

su imagen y al que destina al dominio del universo<br />

(cap. 1). El pasmo ante las maravillas del mundo creado<br />

por Dios nos hacía exclamar con el Salmista:<br />

«¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?» (Sal<br />

8,5).<br />

Después nos hemos ido encontrando con Dios y<br />

con el hombre, unas veces caminando juntos o en<br />

estrecha relación, otras veces escapándose el hombre<br />

por su camino, algunas incluso enfrentándose a<br />

su Creador.<br />

En el relato del paraíso (2,4b-25; 3) Dios se sigue<br />

revelando al manifestar su proyecto ideal para el<br />

hombre: una vida placentera, sin dolor, sin fatiga, sin<br />

guerra, en la paz del hombre con los animales y de<br />

los animales entre sí, y en la amistad con Dios; y una<br />

vida sin fin. Pero ese plan sólo era posible con una<br />

condición: que los hombres se fiaran de la palabra<br />

de Dios y no pretendieran «ser como dioses». Como<br />

el hombre no cumple la condición, Dios tiene que<br />

poner en marcha el plan alternativo: dolor, fatiga,<br />

muerte. Pero Dios sigue preocupándose del hombre:<br />

lo viste en su desnudez; y Eva será la madre de todos<br />

los vivientes.<br />

El hombre alejado de Dios mata a su hermano.<br />

Dios es el pariente más cercano de todo hombre, y<br />

el vengador nato de su sangre. Pero ejecuta la venganza<br />

con clemencia y sigue protegiendo al criminal.<br />

«Caín y Abel» (Gn 4,1-16).<br />

En la descendencia de Caín, como consecuencia<br />

del total olvido de Dios en el orgullo de los avances<br />

de la técnica, Lámec introduce la poligamia y se gloría<br />

de una venganza desmedida. «Descendencia de<br />

Caín» (4,17-24).<br />

Pero no todos los hombres se olvidan de Dios: en<br />

la descendencia de Set, Enósh «comenzó a invocar el<br />

nombre de Yahvé»: inventó la oración (4,28). Dios<br />

tampoco se olvida del hombre: la genealogía de los<br />

descendientes de Adán es un mensaje de esperanza. La<br />

humanidad caída no ha sido dejada de la mano de<br />

Dios. Todo sigue en pie: la naturaleza humana, la<br />

bendición de Dios, la imagen divina, que se transmite<br />

por generación. Todo hombre tiene esa grandeza: sin<br />

distinción de época, sexo, raza o pueblo. Aunque no<br />

haya nada especial que contar de él (cap. 5).<br />

El afán de los hombres por ser como dioses se<br />

vuelve a manifestar en el extraño relato de «los hijos<br />

de Dios y las hijas de los hombres» (6,1-4), de cuya<br />

unión surgieron los hombres prepotentes, que no<br />

admiten límite alguno a sus proyectos y caprichos.<br />

La brevedad de la vida humana es el mejor remedio<br />

a esa prepotencia.<br />

Los autores de nuestra historia encontraron<br />

como inevitable la narración de un diluvio que había<br />

anegado a la humanidad, pero del que se había salvado<br />

un hombre. Como el único Dios es justo y bondadoso,<br />

aquel desastre general tuvo que ser el justo<br />

castigo de una maldad generalizada de la humanidad,<br />

y la salvación de una familia, consecuencia de<br />

la justicia de un solo hombre. Pero Dios sigue amando<br />

a la humanidad y le salva un resto, inicio de una<br />

nueva humanidad, a la que renueva las bendiciones<br />

con que fue enriquecida la primera. Toda la humanidad<br />

es criatura de Dios (6,5-9,17).<br />

Dios quiere a los hombres libres, no esclavos.<br />

Pero se da la esclavitud: unos pueblos tienen sometidos<br />

a otros. Es el caso de los antiguos moradores<br />

de Canaán, sometidos a los israelitas, y en parte a los<br />

filisteos. Se explica como castigo merecido de su<br />

corrupción. Es el mensaje del relato de «Noé y sus<br />

tres hijos» (9,18-27).<br />

Si de ahí podíamos sacar a la ligera la consecuencia<br />

de que Dios se ocupa de algunos pueblos elegidos<br />

y abandona a otros, nos corrige el cap. <strong>10</strong>,<br />

sobre los «pobladores de la tierra después del diluvio».<br />

Dios había bendecido a la humanidad en el momento<br />

de su creación. Ni el desastre del diluvio ni los<br />

PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 311

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