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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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Y dijo Abimélec: «Ahí tienes delante de ti mi país: quédate donde mejor te<br />

parezca».<br />

A Sara le dijo: «Mira, he dado a tu hermano mil monedas de plata: serán para<br />

ti como venda en los ojos ante todos los que están contigo, y así quedarás justificada<br />

de todo».<br />

Ahraham rogó a Dios, y Dios curó a Ahimélec, a su mujer, y a sus concubinas,<br />

que tuvieron hijos; pues Yahvé había cerrado absolutamente toda matriz de casa de<br />

Abimélec, por lo de Sara, la mujer de Abraham.<br />

Recordemos el episodio paralelo de 12,<strong>10</strong>-20.<br />

Tanto allí como aquí el protagonista es Abraham, y<br />

el asunto la presentación de Sara como hermana y<br />

no como esposa de Abraham. Pero allí el antagonista<br />

era el Faraón y aquí es Abimélec, el rey de la ciudad<br />

filistea de Guerar. En los caps. 18 y 19 Abraham<br />

andaba por la montaña de Judá; aquí se ha desplazado<br />

hasta el Négueb, en la zona de Judá que linda<br />

con el desierto, entre el oasis de Cades y la localidad<br />

llamada Sur, cuya localización exacta desconocemos.<br />

De allí emigra, no se dice por qué; pero estos<br />

desplazamientos son normales entre pastores seminómadas.<br />

En 12,<strong>10</strong>-20 el narrador era el Yahvista y aquí es<br />

el Elohísta. Lo cual se manifiesta en algunas diferencias<br />

significativas:<br />

a) El nombre de Dios es aquí «Elohim» (Dios),<br />

allí «Yahvé».<br />

b) Dios aquí interviene desde el primer momento,<br />

antes de que Abimélec pueda acercarse a Sara.<br />

Así no se consuma el adulterio, ni Sara queda mancillada.<br />

Pero el relato pierde naturalidad y fuerza. Un<br />

comentario tardío y fuera de lugar dice que Dios<br />

había herido de algún mal a Abimélec y que había<br />

hecho estériles a las mujeres de su casa: sería en todo<br />

caso por el mero hecho de retener a Sara. Porque, de<br />

haber sido consumado el adulterio, el castigo habría<br />

sido mucho mayor: «¡Morirás sin remedio!».<br />

c) Dios habla a Abraham en sueños, como es<br />

habitual en el Elohísta. Dios ha visto la buena intención<br />

de Abimélec. Sería injusto acarrearle la muerte<br />

por un error inculpable. Se está abriendo camino<br />

una concepción más humana del pecado y del castigo,<br />

pero sin acabar de romper con la idea anterior.<br />

126 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />

Por eso Dios interviene para que Abimélec no cometa<br />

la transgresión material, que acarrearía automáticamente<br />

el castigo. La justicia de Dios conoce y tiene<br />

en cuenta las intenciones del corazón.<br />

d) Abraham posee la categoría más alta en la<br />

escala de valores del Elohísta: es profeta, lo que comporta<br />

una especial tutela de Dios y un gran poder de<br />

intercesión.<br />

e) El proceder de Abraham en Guerar nos parece<br />

tan vituperable como en Egipto (12,<strong>10</strong>-20). Pero<br />

el Elohísta muestra aquí, como en otras narraciones,<br />

su inclinación a explicar y justificar las acciones de<br />

los patriarcas. Cuando Abimélec le acusa: «¿En qué<br />

te he faltado?», no se queda Abraham sin respuesta,<br />

como se había quedado ante el Faraón: puede aducir<br />

consideraciones que, si no le eximen de culpa,<br />

por lo menos explican su conducta y reducen su<br />

responsabilidad:<br />

- Andaba errante en tierra extranjera, lejos de la<br />

protección de su clan.<br />

- Además, aunque erróneamente, creyó que en<br />

aquel país no había temor de Dios. Y donde no hay<br />

temor de Dios no reina sino el miedo a los hombres.<br />

De paso el Elohísta hace ver a los israelitas que también<br />

fuera de las fronteras de Israel hay hombres<br />

temerosos de Dios.<br />

- Y lo de que Sara era su hermana no era una<br />

mentira: era hija del mismo padre, aunque de distinta<br />

madre. De esa forma se ingenia el Elohísta para<br />

salvar a Abraham de la acusación de mentira. Los<br />

autores aducen aquí una posible reminiscencia de<br />

una institución hurrita, conocida por los textos de<br />

Mari, por la que un hombre podía adoptar a su espo-

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