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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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Repite lo dicho en 37,36, sólo que según otra versión,<br />

ya que sustituye a los «madianitas» por los «ismaelitas».<br />

El comprador es descrito así: «Putifar, cortesano<br />

(o: eunuco) del Faraón y jefe de los guardias, un hombre<br />

egipcio» 2 . Choca que este último dato no vaya al<br />

principio. Por otra parte, en este capítulo no se dice<br />

en adelante más que «su señor» o «su señor egipcio».<br />

Como lo de «Putifar, cortesano (o: eunuco) del<br />

Faraón, jefe de los guardias» es la descripción que<br />

hace del comprador 37,36, parece que lo tomó de ahí<br />

un glosador. El amo de José no tendría en esta versión<br />

de la historia ningún nombre propio, y el texto<br />

diría primitivamente: «Y lo compró un hombre egipcio<br />

a los ismaelitas...».<br />

2-6. Las pocas veces que la historia de José menciona<br />

la intervención de Dios deben ser subrayadas,<br />

porque dan el sentido a toda la historia. Así sucede<br />

con estos versículos y con los w. 21-23. Como entrada<br />

al relato, bastaba con señalar la gracia que tenía<br />

José para caer bien a la gente. Cuando el narrador<br />

insiste en que Yahvé asistió a José, y explica por esa<br />

asistencia el que José fuera un hombre afortunado,<br />

que cuanto emprendía prosperaba, que por razón de<br />

José se extendió la bendición a su amo y a todas sus<br />

empresas, es que el autor está introduciéndonos a la<br />

inteligencia de toda la historia de José. Nos da la clave<br />

para entender un relato que de otra manera sería<br />

opaco a la acción de Dios. Más adelante, en dos pasajes<br />

cruciales, pertenecientes probablemente a la otra<br />

versión de la historia de José, el mismo José leerá<br />

para sus hermanos, y para nosotros, los acontecimientos<br />

en clave teológica: «Dios (Elohim) me ha<br />

enviado» (45,5-8; 50,17-21).<br />

Notemos la idea que tiene de Yahvé este autor: su<br />

asistencia se extiende a todos los aspectos de la vida<br />

y hasta las regiones extrañas. La asistencia que había<br />

prestado Dios a los padres sigue prestándosela a<br />

José. Y aquel poder de bendición prometido a los<br />

patriarcas se hace extensible a José. Mediante José,<br />

'El suegro de José en 41,45.50; 46,20 es Pon Pera', que es otra<br />

forma del mismo nombre, y significa «El que Re da». Saris significa<br />

un eunuco o un cortesano en general; sor hattabbajim, el jefe<br />

de la guardia del rey.<br />

240 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />

la bendición de Yahvé se desborda sobre el egipcio,<br />

de raza y religión extrañas, lo que se manifiesta en<br />

todas sus empresas, como la bendición de Jacob se<br />

extendió a Labán (30,27).<br />

El egipcio se despreocupó de todo, excepto «del<br />

pan que comía»: no tenía más preocupación que la<br />

de acudir a comer cuando llegaba la hora: de todo lo<br />

demás se ocupaba José.<br />

6b. «José era de bello aspecto y de hermosa presencia»<br />

3 . Así eran también su bisabuela Sara (12,11),<br />

su abuela Rebeca (24,16; 26,7), y su madre Raquel<br />

(29,17). Con esa observación se cierra el episodio<br />

anterior (su buena presencia tendría su parte en el<br />

favor que obtuvo ante su señor) y se abre el siguiente:<br />

aquella hermosura no pasaba inadvertida a la<br />

mujer de su señor.<br />

7-20. En el fondo de esta parte del relato puede<br />

estar un texto egipcio: la «historia de los dos hermanos»<br />

(ver cuadro en página siguiente).<br />

Es muy posible que nuestro narrador conociera<br />

este relato, que le proporcionaba el tema general y<br />

quizás algunas coincidencias verbales. Pero también<br />

las diferencias son evidentes. Además nuestro relato<br />

es un episodio de una larga historia. No se contrapone<br />

la lujuria de una egipcia a la castidad de un<br />

joven israelita. Tal tipo de cosas se dan en cualquier<br />

pueblo, también en Israel. Y la lealtad al amo que ha<br />

puesto en él toda su confianza es válida para cualquier<br />

pueblo. Como lo es el que hacer un mal tan<br />

grande sería «pecar contra Dios»: al hablar a una<br />

egipcia dice «Dios» y no «Yahvé». La motivación ética<br />

y religiosa vale tanto para Egipto como para<br />

Israel. En cualquier pueblo el adulterio es un gran<br />

delito; el matrimonio está bajo la protección divina.<br />

En el v. <strong>10</strong> «y estar con ella» puede ser una glosa<br />

que quiere sustituir a la expresión cruda primitiva.<br />

Algún autor hace notar que otra vez la túnica fue la<br />

causa de los males de José. Los criados, o por convicción<br />

(ya que le pudieron ver a José huir desnudo),<br />

o por conveniencia de tener el favor de la señora, o<br />

por envidia a aquel «hebreo» (nombre despectivo)<br />

'Así era también David (1 Sm 16,18).

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