Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

Raquel, y las hijas de Lot, toma la iniciativa, y,
valiéndose de su talento, sale adelante con su derecho:
el derecho a tener descendencia y el derecho y
el deber de dar descendencia a su primer marido.
Es una narración profana, pero en cuyo fondo
está muy presente Dios. Si para Judá el derecho es
el más alto valor, es que el derecho es el instrumento
de Dios para la conservación de la comunidad. No
es el único caso dentro de la historia bíblica en que
los acontecimientos están guiados por la providencia
de Dios, sin que se la mencione.
José y la mujer de su amo (Gn 39)
En Gn 38 no se dice que Peres, el hijo de Tamar,
es un antepasado de David. Pero se dice en Rut 4.
Seguramente, si no hubiera habido una genealogía
que se remontaba desde David hasta Judá y Tamar,
esta historia no habría sido recogida en nuestro
Génesis. Era importante que se supiera que el gran
David no habría llegado a existir sin la acción arriesgada
e inteligente de una mujer, que era seguramente
una cananea. Gracias a ella, las promesas a los
patriarcas iban a tener su cumplimiento en la descendencia
de Judá, y de David (Mt 1,3; Le 3,33).
"O f~\ ' José fue najado a Egipto, y lo compró Putifar, cortesano de Faraón y jefe
v_/ ^/ de los guardias, un hombre egipcio; lo compró a los ismaelitas que lo habían
bajado allá.
Y estuvo Yahvé con José, que llegó a ser un nombre próspero; y estaba en casa
de su señor el egipcio. 3 Y vio su señor que Yanvé estaba con él y que nacía prosperar
Yanvé en sus manos todo lo que emprendía. José halló gracia a los ojos de él y
estuvo a su servicio, y lo puso al trente de su casa y todo cuanto tenía lo puso en su
mano. Y desde entonces le encargó de toda su casa y de todo lo que tenía, y Yanvé
bendijo la casa del egipcio por razón de José, y vino la bendición de Yanvé sobre todo
cuanto tenía en su casa y en el campo. Y dejó todo lo que tenía en manos de José y
no trató con él de nada más que del pan que comía.
José era de bello aspecto y de hermosa presencia.
Sucedió, después de todo esto, que alzó los ojos la mujer de su señor hacia José
y le dijo: «Acuéstate conmigo». El rehusó y dijo a la mujer de su señor: «He aquí que
mi señor no se ocupa conmigo de nada de lo de su casa, y todo lo que tiene lo na
puesto en mi mano. 9 ¿No es él mayor que yo en esta casa? Y no me ha vedado nada
más que a ti misma, porque tú eres su mujer. ¿Cómo puedo nacer ese mal tan grande,
pecando contra Dios?». Y sucedió que ella le hablaba a José día tras día, pero él
no accedía a acostarse y estar con ella.
Sucedió cierto día que entró é lenl a casa para hacer su trabajo y no había ninguno
de los hombres de casa allí, en la casa. Ella le agarró de la ropa diciéndole:
«Acuéstate conmigo». Pero él dejó su ropa en la mano de ella, huyó y salió afuera.
13 Cuando vio ella que había dejado la ropa en su mano y había buido afuera, llamó
a los hombres de su casa y les dijo: «¡Mirad! Nos ha traído un hombre hebreo
para que se burle de nosotros. Ha venido a mí para acostarse conmigo, pero yo he
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