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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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sa de la justicia de la actuación divina: a) «No le ha<br />

dejado perjudicarme», dice Jacob; b) «He visto todo lo<br />

que Labán te ha hecho», dice el mismo Dios; c) Son<br />

las mujeres las que más desarrollan el tema: nuestro<br />

padre nos ha desheredado. Nos vendió como si fuéramos<br />

extrañas: trató a sus hijas como a esclavas. Se<br />

ha comido hasta nuestra plata. Por tanto, esa riqueza<br />

es nuestra y de nuestros hijos, en justa compensación.<br />

Raquel, aprovechando la ocasión de que Labán<br />

había ido a esquilar las ovejas, robó los terafim, unas<br />

estatuillas con figura humana de los dioses lares,<br />

como los dioses penates que Eneas se llevó de Troya.<br />

Ver 1 Sm 19,13.16.<br />

El «Río» que pasó Jacob no puede ser otro que el<br />

Eufrates. Galaad es la región de TransJordania.<br />

Se supone que Labán, que ha buscado el apoyo<br />

de sus hermanos en la persecución a Jacob, lleva las<br />

de ganar. Pero aquella noche Dios en sueños le<br />

advierte a Labán que se cuide hasta de decir una<br />

palabra contra Jacob. Dios protege siempre al débil.<br />

26-30. Querella de Labán. Empieza por quejarse<br />

de que se haya marchado por sorpresa, sin dar<br />

lugar a un adiós. No ha podido despedir a sus hijas<br />

con música, ni siquiera besarlas (ver 24,60: despedida<br />

de Rebeca). Ha sido una actuación necia. Labán<br />

es poderoso y le podría hacer daño. Pero Dios, que<br />

defiende al débil, no le permite ni siquiera hablar<br />

mal de él. Dejémoslo en que Jacob añoraba la casa<br />

paterna. Labán aparece como un padre tierno, con<br />

un interés por Jacob que no había mostrado nunca.<br />

Pero en ese punto se podía mostrar blando, porque<br />

había otro en que llevaba todas las de ganar y se<br />

podía mostrar duro: «¿Por qué me has robado mis<br />

dioses?». No dice «terafim», como se decía en el v.<br />

19, al contar que los robó Raquel, sino «mis dioses».<br />

<strong>Para</strong> un israelita eran sólo «terafim»; para un<br />

mesopotamio, que además quería encarecer lo robado,<br />

eran «mis dioses».<br />

31-32. Respuesta de Jacob. A lo primero, se<br />

escapó a hurtadillas porque tenía miedo de que no<br />

le dejara marchar con sus hijas. Y ahora se ve que su<br />

temor era fundado. A lo segundo, el robo de los tera­<br />

fim, Jacob admite que, si es verdad, no tiene justificación:<br />

un robo semejante merece la muerte, sin distinción<br />

de personas: «No quedará con vida».<br />

33-35. Investigación. Gracias a la artimaña de<br />

Raquel, que venía de buena raza, la pesquisa dio<br />

resultado negativo. El autor no se preocupa por<br />

defender la moralidad de la acción de Raquel: no<br />

importaba tanto como la del patriarca. Lo que<br />

importa es que Jacob queda al margen de toda<br />

responsabilidad. Pero ¿por qué lo hizo Raquel? ¿Por<br />

oculta compensación? La documentación de la época<br />

muestra que aquellos ídolos familiares eran tenidos<br />

en gran estima. ¿Lo hizo simplemente porque les<br />

tenía devoción y cariño? ¿Por qué iba a ser ella<br />

menos que los que permanecían en casa, que se quedaban<br />

con todos los demás recuerdos? Acaso creía<br />

en aquellos dioses familiares y los llevaba como protectores<br />

para aquella tierra desconocida a la que se<br />

encaminaba, en la que habría otros dioses. Algunos<br />

ven en la narración una mofa de «los dioses»:<br />

escondidos en el aparejo del camello, debajo de las<br />

sayas de una mujer en sus reglas: no es un trato propio<br />

de dioses.<br />

36-42. Contraquerella de Jacob. Una vez probado<br />

que la acusación de robo era falsa, Jacob contraataca:<br />

a) ¿Por qué me persigues si no tengo delito?<br />

No te he robado nada; b) He sido un pastor ejemplar.<br />

«Te he servido 20 años» (recordemos 29,20: los<br />

que tuvo que servir por Raquel le parecieron «como<br />

un par de días»; los otros, seguramente, no). He cuidado<br />

con esmero las ovejas: ninguna ha malparido.<br />

Nunca he recurrido al derecho del pastor de justificar<br />

la falta de una res jurando que le había sido robada<br />

o presentando los despojos si había sido despedazada<br />

por una fiera (ver Ex 22,<strong>10</strong>-13; Ara 3,12 2 ). Si<br />

alguna vez se había perdido alguna res, él la había<br />

repuesto a su costa. He cuidado el rebaño día y<br />

noche; c) Me has cambiado (= rebajado) diez veces<br />

la paga; d) De no haber sido por el Dios de mis<br />

padres, por cuenta tuya me habría ido de vacío. Gran<br />

injusticia: no pagar el sueldo. Pero Dios ha visto mi<br />

derecho.<br />

2 También el Código de Hammurabi, § 261-266, concedía ese<br />

PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 195

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