Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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sus hermanos responderle, porque estaban turbados/<br />
consternados ante él». Ahora bien, en la continuación<br />
los hermanos no le responden a la pregunta por su<br />
padre: es de suponer que en otra versión de la historia<br />
lo harían. Además, en esa versión los hermanos<br />
entendieron desde el principio que aquél era su hermano<br />
José a quien habían vendido, por lo que se<br />
quedaron mudos de vergüenza y espanto.<br />
b) En los w. 9-13, José, con la autoridad que le<br />
da el ser dueño de todo Egipto, sin necesidad de contar<br />
con la conformidad del Faraón, envía a sus hermanos<br />
para que inviten a su padre a venir inmediatamente<br />
a Egipto. Pero en los w. 16-20 es el propio<br />
Faraón el que da orden a José de que envíe a sus hermanos<br />
en busca de su padre. La cosa se complica<br />
cuando en 46,31-47,5 aparezca el Faraón como ignorante<br />
de todo el asunto del padre y los hermanos de<br />
José hasta que éstos se encuentran ya en Egipto. A<br />
esa fricción fundamental se añade que José le ofrece<br />
a su padre el territorio de Goshen (v. <strong>10</strong>); mientras<br />
que el Faraón le promete «lo más pingüe del país de<br />
Egipto» (18.20).<br />
c) Una vez que José ha dicho a sus hermanos,<br />
precipitadamente, «Yo soy vuestro hermano, a quien<br />
vendisteis para Egipto» (v. 4), esperaríamos que<br />
inmediatamente, sin tiempo para más discursos, se<br />
echara a su cuello y los besara. Pero eso no se cuenta<br />
hasta los w. 14-15.<br />
d) En el v. 17 los hermanos harán el viaje de ida<br />
y el de vuelta con su padre sobre sus propios asnos;<br />
en los w. 19, 21 y 27 sobre carros regalados por el<br />
Faraón; en el v. 23 José les proporciona diez asnos y<br />
diez asnas cargados de regalos y provisiones.<br />
Ante esta situación, es razonable pensar que en<br />
el actual cap. 45 se hallan entreveradas dos o más<br />
versiones de la misma historia, pero no es fácil una<br />
vivisección.<br />
1-4. José hasta ahora ha podido mantenerse forzadamente<br />
en su puesto de gobernador insensible,<br />
pero ya no puede más. Mas tampoco puede dejarse<br />
llevar de la emoción delante de todos sus cortesanos<br />
y servidores: perdería prestigio ante ellos, por lo que<br />
los manda retirarse. Entonces ya da rienda suelta a<br />
sus lágrimas, con tal violencia que, a pesar de las<br />
precauciones, los egipcios se enteran.<br />
«Y José dijo a sus hermanos». Hasta ahora les ha<br />
hablado como a unos desconocidos; ahora les habla<br />
ya como a hermanos. Y tiene una prisa incontenible<br />
en decirles dos cosas: «Yo soy José. ¿Vive todavía mi<br />
padre?». Es de notar que en 43,27 ya les había preguntado<br />
si vivía su anciano padre, y ellos le habían<br />
respondido que sí, que todavía vivía. Por tanto,<br />
habrá que entender que aquella respuesta de subdito<br />
a visir no le parecía convincente y quería la respuesta<br />
de hermano a hermano. O será que la pregunta<br />
de 43,27 y ésta de ahora pertenecen a versiones<br />
distintas de nuestra historia. En cualquier caso,<br />
José, que hasta ahora se había preocupado ante todo<br />
de asegurarse de la vida y salud de Benjamín, ahora,<br />
teniendo ya a Benjamín delante, no piensa más que<br />
en su padre.<br />
Su pregunta no obtuvo respuesta: aquel «Yo soy<br />
José» los dejó sin palabra, presos de la vergüenza y<br />
el temor. Pero tampoco en la continuación se da respuesta<br />
a la pregunta; sin duda como consecuencia de<br />
la síntesis posterior de diversas versiones. Se da por<br />
supuesto que la respuesta es positiva.<br />
El v. 4 hay que entenderlo o como un doble del<br />
anterior, o como su continuación, como un paso más<br />
en la historia. Así lo es por lo menos en el texto<br />
actual. «Ydijo José a sus hermanos: "Acercaos a mí".<br />
Y se acercaron». Los hermanos, que habían caído<br />
rostro en tierra ante José (44,14) a respetable distancia<br />
(sólo Judá se acercó luego para hablar, 44,18),<br />
ahora son invitados a romper todas las formalidades<br />
cortesanas ante el que ya no es su visir sino su hermano.<br />
Cuando ya los tiene cerca, les insiste: «Yo soy<br />
José». Pero prueba la verdad de su afirmación<br />
recordándoles una historia que sólo él y ellos conocían:<br />
«a quien vendisteis para Egipto».<br />
5-8. Es, junto con 50,19-21, un pasaje fundamental<br />
para la interpretación teológica de toda la<br />
historia de José. Pero es literariamente difícil: «Pero<br />
ahora, no tengáis pena (ver 1 Sm 20,3.34) ni os enojéis<br />
contra vosotros mismos (este giro hebreo se dice<br />
del enfado de uno contra sí mismo, 31,35)porque me<br />
vendisteis para acá, pues para conservación de la vida<br />
me envió Dios delante de vosotros». José, que no les<br />
ha recordado su comportamiento de antaño ni para<br />
castigarlos ni para avergonzarlos, les hace ver que en<br />
PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 273