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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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hacia su padre, cuyas últimas palabras le servirían de<br />

aliento y consuelo. Esos sentimientos del lector son<br />

intencionadamente provocados por el narrador.<br />

Isaac y Esaú condenan expresamente la acción<br />

de Jacob (ignoran la parte que tuvo Rebeca): «Ha<br />

venido con engaño tu hermano y se ha llevado tu bendición»;<br />

«me ha suplantado ya dos veces: ...ahora se<br />

ha llevado mi bendición». Pero la frase de Esaú, que<br />

al parecer no pertenecía a la narración primitiva, no<br />

se introdujo para culpar a Jacob, sino para disculparle<br />

de su mentira: como Esaú le había vendido<br />

anteriormente la primogenitura a Jacob por un plato<br />

de lentejas (25,29-33), Jacob no mintió al decir<br />

que era el primogénito, ni le robó a Esaú la bendición<br />

del primogénito. Éste se acordó tarde del valor<br />

de la primogenitura, que llevaba aparejadas las bendiciones<br />

y las promesas. Así defiende a Jacob San<br />

Agustín 1 .<br />

En cuanto a Isaac, fue víctima de sí mismo. El hijo<br />

mayor tenía derecho a la parte del león en la herencia<br />

y en la bendición, pero no hasta el punto de dejar sin<br />

nada a los demás. Cuando Esaú dice a su padre: «¿£5<br />

que no tienes más que una bendición?», entiende que<br />

puede quedar todavía para él alguna bendición inferior.<br />

Pero Isaac, sin poder apelar a ninguna ley, replica<br />

que le ha dado a Jacob el señorío sobre sus hermanos<br />

y la posesión de la tierra fértil: no ha dejado<br />

para los demás hermanos más que la esclavitud y la<br />

estepa. Llevado de una predilección caprichosa hacia<br />

Esaú («porque le gustaba la caza», 25,28), ha querido<br />

dejar sin nada a Jacob. Le salió al revés.<br />

Una vez más una mujer se rebela contra los derechos<br />

establecidos por los varones y sale por sus derechos<br />

al margen de toda ley (recordemos lo de las<br />

hijas de Lot, lo de Agar y Sara; luego nos encontraremos<br />

con lo de Tamar, Gn 38). Parece como si no le<br />

cayera mal al narrador que las mujeres, a quienes no<br />

se les da la posibilidad de establecer las leyes, actúen<br />

al margen de ellas, siguiendo la única ley de su instinto.<br />

Rebeca tenía que ver con aquellos hijos por lo<br />

menos tanto como su padre. ¿Por qué éste podía<br />

' San Agustín recurre a una interpretación alegórica para disculpar<br />

a Rebeca y Jacob de su mentira: «Non est mendacium<br />

quod figúrate factum dictumve» («No es mentira lo que se hace o<br />

dice figuradamente»). De mendacio, V: PL 40, 491.<br />

172 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />

bendecir a sus hijos y fijar sus destinos a su antojo y<br />

ella no? Si Isaac amaba caprichosamente a Esaú,<br />

ella «amaba a Jacob» porque sí (25,28). Y por boca<br />

de Isaac consiguió bendecir a su predilecto.<br />

Pero Rebeca y Jacob tuvieron que pagar su proceder,<br />

que por lo menos habremos de calificar de<br />

incorrecto. Esaú quiere vengarse de su hermano, por<br />

lo que Rebeca lo manda a éste a Mesopotamia,<br />

«unos días», hasta que se le pase la furia a Esaú.<br />

Aquellos «días» fueron 20 años. Nunca más volvería<br />

a ver a su hijo querido. Aquel que estaba destinado<br />

a ser señor de sus hermanos, pasó 20 años sirviendo<br />

a Labán, su tío y suegro. Y a su vuelta a Canaán lo<br />

veremos temblar ante Esaú, y enviarle por delante<br />

regalos para congraciarse con él, y le llamará mil<br />

veces «señor» y se declarará su «siervo» (caps. 32 y<br />

33). Recibió su merecido.<br />

Pero, a través de muchas peripecias, en Jacob y<br />

sus hijos continúa la historia de salvación y se cumplen<br />

las promesas. El lector se alegrará con el narrador<br />

de que, con líneas torcidas, se escribiera derecho<br />

al predefinir el sino futuro de Jacob-Israel y de Esaú-<br />

Edom. Una misma acción da lugar a valoraciones<br />

diversas y complementarias.<br />

Pero, si la predilección de Rebeca por Esaú no<br />

necesitaba explicación, en tiempos posteriores sigue<br />

siendo objeto de reflexión la predilección del mismo<br />

Dios hacia Jacob. No se encuentra la razón en una<br />

mejor conducta de éste. Mal 1,2b-3a afirma el hecho<br />

sin buscarle explicación: «Yo amé a Jacob y aborrecí<br />

a Esaú». Dios es absolutamente libre en la elección<br />

de sus instrumentos (ver Rom 9,12-13).<br />

La conducta de Jacob fue objeto de crítica en<br />

tiempos posteriores. Os 12,3-5 hace remontar el<br />

pecado de Israel a sus propios orígenes: «En el seno<br />

materno suplantó f'aqab) a su hermano»; Jr 9,3:<br />

«Todo hermano pone la zancadilla (o suplanta: 'aqób<br />

ya qob)». Por su parte Esaú es vituperado por haber<br />

menospreciado la primogenitura (Heb 12,16).<br />

El mismo Jacob no tenía muy alto concepto de<br />

su propia conducta: «¡Qué poco merecía yo todas las<br />

mercedes y la confianza que has dado a tu siervo!»<br />

(32,11). Después de leer este capítulo, los lectores<br />

nos sentimos tentados de responderle: «¡Qué razón<br />

tienes!».

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