Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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SAN JUAN CRISÓSTOMO:<br />
<strong>EL</strong>OGIO DE LA HOSPITALIDAD DE ABRAHAM<br />
Merecerá la pena también hoy poner delante al<br />
patriarca Abraham, para que aprendáis qué gran premio<br />
recibió por su hospitalidad. Se le apareció Dios, dice, junto<br />
a la encina de Mambré, cuando estaba él sentado a la<br />
puerta de su tienda al mediodía. Examinemos diligentemente<br />
cada una de las palabras y, abierto el tesoro, aprendamos<br />
todas las riquezas escondidas en él. ¿Por qué empezó<br />
así: se le apareció Dios? Contempla la benignidad del<br />
Señor [...] Porque, después que antes se le apareció y le dio<br />
entre otras cosas el mandato de la circuncisión, este varón<br />
eximio siempre procuró realizar diligentemente lo que<br />
Dios le había mandado, sin dilación alguna [...], otra vez<br />
se le aparece. Porque así es nuestro Señor, que nos ve agradecidos<br />
de lo anterior, acumula beneficios, y nunca cesa<br />
en su beneficencia, remunerando el grato obsequio de los<br />
obedientes. Así pues, porque le obedeció, se le apareció de<br />
nuevo. [...] Considera aquí, por favor, la virtud del justo.<br />
Cuando estaba él sentado, dice, a la puerta de su tienda.<br />
Tanto se preocupaba de la hospitalidad, que no quería<br />
encomendar a ninguno de sus familiares la caza de huéspedes:<br />
sino que, teniendo trescientos dieciocho criados, y<br />
siendo hombre anciano y de edad decrépita (pues era centenario),<br />
estaba sentado junto a la puerta. Y esto lo atendía<br />
con suma diligencia, sin que fuera obstáculo ni su<br />
ancianidad ni la preocupación por su descanso: no estaba<br />
acostado dentro, en la cama, sino que estaba sentado a la<br />
puerta. Otros muchas veces no sólo no emplean tanta diligencia,<br />
sino al contrario rehuyen y evitan el encontrarse<br />
con los huéspedes, no sea que a la fuerza se vean obligados<br />
a recibirlos. Pero no actuaba así aquel justo, sino que<br />
estaba sentado a la puerta al mediodía. Su hospitalidad y<br />
virtud es valorada como mayor porque lo hizo al mediodía.<br />
Y con razón. Porque sabía que aquellos que se ven<br />
obligados a peregrinar necesitan de atención sobre todo<br />
en ese tiempo, elegía ese tiempo como idóneo, y sentado<br />
daba caza a los que pasaban, considerando un descanso<br />
para sí el servir a los viajeros; y a aquellos que ardían de<br />
calor, procuraba ponerlos bajo techo, no examinando<br />
curiosamente a los que pasaban, ni indagando si eran<br />
118 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />
conocidos o desconocidos. Porque no habría sido propio<br />
de la hospitalidad escudriñar diligentemente cada cosa,<br />
sino comunicar simplemente su benignidad a todos. Como<br />
había extendido la red de la hospitalidad, mereció recibir<br />
también al Señor de todas las cosas con sus ángeles. Por<br />
eso decía Pablo: No os olvidéis de la hospitalidad: ya que<br />
por ésta algunos, sin saberlo, dieron hospitalidad a los ángeles<br />
(Heb 13,2): aludiendo claramente al patriarca. Y por<br />
eso Cristo decía: El que reciba a uno de estos más pequeños,<br />
a mí me recibe (Mt 18,5). Oigámoslo, queridos, y<br />
cuando hayamos de dar hospitalidad a alguien, no preguntemos<br />
nunca quién ni de dónde. Porque si el patriarca<br />
hubiera sido curioso preguntando, quizás habría pecado.<br />
Pero, dices, sabía la dignidad de los que llegaban.<br />
¿Cómo te consta de eso? De haber sido así, ¿cómo habría<br />
sido de admirar? Porque, si al recibir a los huéspedes<br />
hubiera averiguado curiosamente quiénes eran, no habría<br />
sido admirable, como lo es ahora que, ignorando quiénes<br />
eran, se acerca a ellos con tanta alegría y honor como el<br />
siervo a los señores, y con sus palabras casi les echa lazos,<br />
y les suplica que no se nieguen y no le causen a él un gran<br />
daño. Porque sabía lo que hacer: por eso recibía con gran<br />
ardor un fruto copioso. Pero oigamos las palabras del mismo<br />
escritor, para que veas la alegría juvenil en la extrema<br />
ancianidad, y a un viejo saltando como un joven y considerando<br />
que había encontrado un tesoro con la llegada de<br />
los huéspedes. Levantando, dice, los ojos vio, y he aquí que<br />
tres varones estaban ante él: y, en cuanto vio, corrió a su<br />
encuentro desde la puerta de su tienda. Corre y vuela el<br />
anciano: porque vio la presa que cazaba, y sin tener en<br />
cuenta su debilidad, corrió a la caza: no llamó a los criados,<br />
ni mandó al muchacho, ni manifestó la más mínima<br />
rusticidad o desidia, sino que él mismo corrió. Como si<br />
dijera: es un gran tesoro, un gran negocio: tengo que<br />
adquirir esta mercancía por mí mismo, no sea que se me<br />
escape tanta ganancia. Y esto lo hacía el justo, creyendo<br />
que recibía a unos oscuros caminantes».<br />
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Génesis,<br />
Homilía 41, sobre Gn 18, PG 53, 378-79.