Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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ella es puro invento. Al menos en este caso, cuando<br />
sugiere que ha descubierto el robo de la copa gracias<br />
a sus dotes de adivino, está mintiendo. Si efectivamente<br />
José, en su asimilación de las costumbres<br />
egipcias, había llegado a prácticas condenadas por la<br />
religión de sus padres, es demasiado preguntar: se<br />
trata de interpretar un relato, no de investigar una<br />
historia.<br />
Por lo demás, es probable que en el Israel primitivo<br />
se entendiera la adivinación como un arte de<br />
interpretar ciertos signos, en el que no tenían por<br />
qué intervenir ni dioses ni demonios.<br />
7-13. Los hermanos todos están totalmente seguros<br />
de su inocencia. El narrador no pone sus palabras<br />
en boca de un portavoz: fueron todos los que a<br />
una rechazaron la acusación, adujeron el hecho de<br />
haber devuelto la plata hallada en la boca de los<br />
sacos al final del primer viaje, convinieron en que si,<br />
por un absurdo, se encontrara la copa en el saco de<br />
alguno de ellos, ese tal debía morir (recordar 31,32),<br />
se declararon dispuestos a quedar todos ellos como<br />
esclavos por la responsabilidad corporativa que les<br />
pudiera caber, y se apresuraron a abrir sus sacos<br />
para comprobar la falsedad de la acusación.<br />
El mayordomo debía de haber recibido más instrucciones<br />
de José que las reseñadas en los w. 1-2,<br />
ya que él por su cuenta no se habría atrevido a reducir<br />
la pena: el autor del delito no sería ajusticiado,<br />
sino reducido a esclavitud; y quedarían libres los<br />
demás. Cuando dice: «Será mi esclavo», está repitiendo<br />
las palabras de su amo. En efecto, el mismo<br />
José más adelante pronunciará la misma sentencia<br />
(v. 17).<br />
La averiguación comienza del mayor al menor<br />
(ver 43,33), con lo que se mantiene la tensión hasta<br />
el final. Hallada la copa en el saco de Benjamín, la<br />
narración se vuelve extremadamente sobria. Benjamín<br />
estaría seguro de su inocencia. Pero ¿qué pensaban<br />
los demás?, ¿que Benjamín era efectivamente<br />
culpable?, ¿que la misma mano que en el primer viaje<br />
había depositado el dinero en la boca de los sacos<br />
había puesto la copa en el de Benjamín? Con culpa<br />
o sin ella, aunque todo fuera una treta del poderoso<br />
egipcio, todas las apariencias condenaban a su her<br />
268 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />
mano pequeño y no había nada que alegar. Nadie<br />
dice una palabra.<br />
Es muy importante esta reacción de los hermanos.<br />
Podían haberse atenido a lo dicho por el mayordomo:<br />
el culpable, Benjamín, debía volver preso a<br />
casa de José en calidad de esclavo; los demás podían<br />
continuar su camino hacia Canaán. Pero lo que<br />
hicieron fue: «se rasgaron los vestidos, y cargó cada<br />
uno su burro y regresaron a la ciudad». El solo hecho<br />
de volver, cuando eran muy libres de dejar a Benjamín<br />
a su propia suerte, y proseguir ellos su camino,<br />
era una prueba inequívoca del profundo afecto de<br />
los hermanos mayores hacia el pequeño. Si José<br />
había querido someter a sus hermanos a un examen,<br />
éstos lo estaban superando con nota sobresaliente.<br />
14. «Judá y sus hermanos». <strong>Para</strong> este escritor, eso<br />
son los hijos de Jacob: los hermanos de Judá. No<br />
explica por qué concede esa primacía a Judá. Pero<br />
ella es la que justifica el protagonismo de éste en el<br />
discurso siguiente ante el magnate egipcio. Los hermanos<br />
caen rostro en tierra a los pies de José. Cuando<br />
se presentaron ante él al llegar en su segundo viaje,<br />
se dice sólo que se postraron en tierra ante él<br />
(43,26); ahora se usa un verbo más fuerte, «cayeron<br />
en tierra ante él». Los sueños de José se cumplen con<br />
más rigor del anunciado (en 37,7.9 sólo «postrarse<br />
ante»).<br />
15. José, al que se supone informado por el<br />
mayordomo, les achaca su delito y su torpeza, ya que<br />
lo habían cometido con alguien que pronto lo había<br />
de averiguar, dadas sus dotes de adivino. Los hermanos<br />
tenían que pensar: o nuestro hermano Benjamín<br />
efectivamente ha cometido el robo, o este prepotente<br />
extranjero miente como un bellaco cuando<br />
dice que ha descubierto el delito gracias a sus poderes<br />
adivinatorios.<br />
16. Entonces toma la palabra Judá, lo mismo<br />
que la había tomado ante su padre en el cap. 43. No<br />
tienen nada que decir, nada que alegar. Y no es que<br />
ellos se sientan culpables de haber hurtado la copa:<br />
es Dios el que los ha juzgado culpables y ha dispuesto<br />
las cosas de forma que encuentren el castigo<br />
merecido. «Dios ha hallado la culpa de tus siervos».