Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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hecho: basta que sea en la patria de Abram, lejos de<br />
la tierra a la que Dios lo destina.<br />
Pero en un pasaje tan parco en datos, el autor se<br />
detiene sin prisa en la palabra de Yahvé, con dos<br />
objetos: 1) La orden repetitiva «Vete de tu tierra, y de<br />
tu patria y de la casa de tu padre», en contraste con<br />
la vaguedad de «a la tierra que yo te mostraré». 2) La<br />
promesa a Abram. Hasta cinco veces se repite la raíz<br />
del verbo «bendecir». La bendición afecta no sólo a<br />
Abram, sino a aquellos que tomen posición ante<br />
Abram. «De ti haré una nación grande, y te bendeciré»:<br />
la bendición consiste sobre todo en el florecimiento<br />
de la vida, en la fecundidad (1,22). La promesa<br />
de descendencia es fundamental en las bendiciones<br />
a los patriarcas (13,16; 15,5; 17,4-6; 18,18;<br />
22,17; 26,4.24; 28,14; 35,11). «Haré grande tu nombre»;<br />
los hombres en Babel se propusieron en vano<br />
«hacerse un nombre» (11,4); Dios se lo concede gratis<br />
a Abram.<br />
Abram se convierte en causa de bendición o de<br />
maldición: quien se ponga de su parte, quien haga<br />
suya su causa, será bendito de Dios; y maldito quien<br />
se le oponga. Como Jesús, él también será «signo de<br />
contradicción» (Le 2,34).<br />
Es problemática la traducción e interpretación<br />
de «sé tú una bendición» (v. 2) y «se bendecirán por ti<br />
todos los linajes de la tierra». Podría tratarse sólo de<br />
que el nombre de Abram se use en las fórmulas de<br />
bendición; es decir, que, cuando alguien quiera bendecir<br />
a otro, diga: «Que seas bendito de Dios como<br />
Abram», o «Hágate Dios como a Abram» (ver 48,20<br />
y Zac 8,13). Esa interpretación la permite el verbo<br />
nibrekü, que puede entenderse como reflexivo («se<br />
bendecirán»). Pero también puede ser pasivo («serán<br />
benditos»); así lo ha entendido la interpretación<br />
tradicional: Abram es el mediador de la salvación<br />
para todos los pueblos. Así lo entendieron los traductores<br />
griegos, que traducen por pasiva, y Sir<br />
44,21: «Dios le prometió con juramento bendecir por<br />
su linaje a las naciones». Así se entiende en el Nuevo<br />
Testamento (Hch 3,25; Gal 3,8).<br />
6-9. Las diferencias entre esta secuencia y la<br />
anterior nos permiten rastrear la mentalidad religiosa<br />
del autor. En la primera, Yahvé habla a Abram,<br />
pero no se le aparece; en la segunda, sí. En la primera,<br />
Abram no erige un santuario allí donde Yahvé<br />
9 2 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />
le ha hablado; en la segunda, sí, allí donde Yahvé se<br />
le ha aparecido. <strong>Para</strong> el autor, es obligado que se erija<br />
un santuario dondequiera que Yahvé se aparezca<br />
(así se manda en el «Código de la Alianza», Éx<br />
20,24). Pero fuera de la tierra prometida no hay, ni<br />
probablemente debe haber, santuarios en honor de<br />
Yahvé (aunque éste es un Dios universal, que habla<br />
y dirige los acontecimientos también fuera de<br />
Canaán); por tanto, allí tampoco se aparece Yahvé:<br />
solamente habla. Por lo mismo, la religiosidad de<br />
Abram y su obsequio a Yahvé se manifiestan de distinta<br />
manera en los dos casos: en el primero, callando<br />
y obedeciendo; en el segundo, construyendo altares<br />
en honor de Yahvé e invocando su nombre (como<br />
ya había hecho Enósh, Gn 4,26). Abram dirigió a<br />
Yahvé su oración: Dios le hablaba y él le respondía.<br />
El largo itinerario de Abram va, desde Jarán, en<br />
el alto Eufrates, hasta Siquem, en el centro geográfico<br />
de Cisjordania, y desde allí, hacia el sur, primero<br />
a la zona de Betel y luego al Négueb.<br />
Sentido. Dentro del Génesis el pasaje significa<br />
que Dios quiere invertir el signo de la historia humana.<br />
El pecado del hombre lo había cambiado de bendición<br />
a maldición. Ahora Dios lo va a cambiar de<br />
maldición a bendición por medio de un hombre,<br />
Abram. ¿Por qué Abram? Dios elige al que quiere,<br />
pero la respuesta del elegido muestra el acierto de la<br />
elección divina. Dios prueba la fe y la obediencia de<br />
Abram mandándole salir de la situación en que se<br />
encuentra instalado y seguro, para ir a lo desconocido<br />
e inseguro. Lo que le promete es sólo objeto de<br />
esperanza lejana; lo que le manda abandonar es cercano<br />
y tangible. Abram cree, calla y obedece. Como<br />
la maldición había entrado en el mundo por la desconfianza<br />
y la desobediencia, la bendición va a<br />
entrar por la fe y la obediencia.<br />
La segunda secuencia deja claro que Canaán es<br />
la tierra a la que Yahvé envía a Abram, y que es tierra<br />
sagrada, consagrada a Yahvé. Allí Abram le erige<br />
varios altares. Y de aquella tierra le hace Yahvé la<br />
segunda gran promesa: «A tu descendencia daré esta<br />
tierra». Es la forma más breve y más primitiva de la<br />
promesa de la tierra. No se le promete que él poseerá<br />
aquella tierra: será su descendencia la que la poseerá<br />
tras la larga espera a la que será sometida su<br />
esperanza.