Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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siente absolutamente desgraciada. Como la madre<br />
de Samuel en 1 Sm 1,4-8.<strong>10</strong>-16 (ver Sal 113,9). No<br />
sabiendo contra quién arremeter, lo hace contra su<br />
marido: sólo él debe tener noticia de su dolor. Como<br />
si tuviera él la culpa, le dice: «Dame hijos; si no, me<br />
muero» de congoja (ver 25,22; 27,46).<br />
Se comprende la respuesta del marido, a quien<br />
pide Raquel un imposible: «¿Acaso ocupo yo el lugar<br />
de Dios?». (El nombre de 'Elohim, en vez de Yahvé,<br />
se puede explicar aquí sin recurrir a la distinción de<br />
fuentes, por exigencias de la frase misma, ver 2 Re<br />
5,7).<br />
3-6. Como no hay otra salida, busca Raquel la<br />
misma de Sara en 16,2. El hijo que tenga la criada<br />
será de la señora; para ello hará que dé a luz en sus<br />
rodillas, y ella será la que pondrá nombre a la criatura.<br />
La explicación del nombre de Dan sería más<br />
limpia si se limitara a dananni 'Elohim, «Dios me ha<br />
hecho justicia», derivando el nombre del verbo din,<br />
«juzgar», y aludiendo a la rivalidad con Lía. La continuación<br />
no tiene nada que ver con la etimología, y<br />
poco con la situación: «ha escuchado mi voz y me ha<br />
dado un hijo»; puede ser un complemento posterior.<br />
7-8. Es un problema la traducción del motivo del<br />
nombre del segundo hijo de Bilhá, Neftalí: ni el nombre<br />
ni el verbo se encuentran en ninguna otra parte.<br />
El sentido general tiene que ser: «Las batallas de Dios<br />
he batallado con mi hermana y la he podido». «Las<br />
batallas de Dios» es un superlativo: «batallas terribles<br />
he batallado». Esta explicación se caracteriza<br />
porque, a diferencia de otras, es pronunciada por<br />
Raquel en primera persona, no consta de dos miembros,<br />
y es de índole puramente profana. Cuadra además<br />
perfectamente con la situación.<br />
9-13. Lo mismo que Raquel quiso tener hijos por<br />
medio de su criada Bilhá, porque ella no los podía<br />
tener (v. 3), Lía los quiso tener por medio de su criada<br />
Zilpá, porque ella había dejado de tenerlos. Se<br />
repiten las mismas frases que en la correspondiente<br />
narración acerca de Bilhá y Raquel. Las motivaciones<br />
de los nombres de Gad y Aser son de estilo diverso de<br />
las otras: son una breve exclamación y de un solo<br />
miembro. Por ello mismo se demuestran antiguas.<br />
Gad era un dios de la (buena) fortuna (ver Is<br />
65,11; Jos 11,17), que aparece como componente de<br />
muchos nombres de persona. Lía dice bgad, «¡Por<br />
Fortuna!», que es un deseo de que la Fortuna acompañe<br />
al recién nacido. Por eso le llamó Gad.<br />
La explicación del nombre de Aser era más sencilla.<br />
Lía dijo simplemente: be-oshrí, literalmente «en<br />
mi felicidad». A esa motivación, que sería la antigua,<br />
se añade otro juego de palabras con la misma raíz:<br />
«me felicitarán ('ishsherüni) las hijas», es decir, las<br />
mujeres (ver Cant 6,9).<br />
14-18. Nuevo episodio en la lucha entre las hermanas.<br />
Rubén, el hijo de Lía, al que se le calcula que<br />
tendría unos seis o siete años, encuentra en el campo<br />
unas plantas que se llaman en hebreo «amores»:<br />
son las mandragoras, planta semejante a la belladona,<br />
tenida en muchos pueblos como afrodisíaca (ver<br />
Cant 7,14). El episodio sucede en la época de la vendimia,<br />
y mientras Jacob está en el campo: se supone,<br />
pues, una economía agrícola.<br />
Es la única vez que oímos a aquellas dos mujeres,<br />
a la vez hermanas y rivales, intercambiar unas<br />
palabras. En ellas se nos descubre el profundo drama<br />
que están viviendo las dos: una sin hijos, la otra<br />
prácticamente sin marido. Raquel pide a su hermana<br />
parte de las mandragoras: todavía no ha perdido<br />
toda la esperanza de tener ella un hijo. Quién sabe;<br />
dicen que aquella planta hace prodigios. Lía le responde<br />
amargamente: «¿No te basta con haberme quitado<br />
a mi marido?». Según este relato, Jacob hacía<br />
tiempo que no tenía relaciones maritales con Lía;<br />
sólo con Raquel. Por eso Lía no tenía más hijos; bastó<br />
una noche de dormir juntos, para que quedara<br />
embarazada.<br />
Raquel propuso un arreglo que convenía a las<br />
dos, y Lía lo aceptó. Lía, por muchas mandragoras<br />
que tuviera, no podía tener hijos, porque Jacob no se<br />
acostaba con ella. Raquel podía cederle el marido<br />
por una noche, pero necesitaba las mandragoras<br />
como último remedio a su esterilidad. El arreglo era<br />
perfecto.<br />
16-18. Lía no pierde tiempo: le sale al encuentro<br />
a Jacob y le comunica lo pactado entre las dos mujeres.<br />
Jacob hace el lastimoso papel de hombre perdido<br />
entre los manejos de sus mujeres (ver 21,9-14).<br />
PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 187