Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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A pesar de que Esaú-Edom se portó ignominiosamente<br />
con Judá a raíz de la caída de Jerusalén<br />
(año 587 a.C), los narradores se siguen interesando<br />
por la descendencia de Esaú (cap. 36): porque Esaú-<br />
Edom es, por encima de las rencillas políticas, el<br />
«hermano» de Jacob-Israel. Por eso no quieren pasar<br />
adelante en la historia sin dedicar un capítulo al linaje<br />
de Esaú.<br />
Con el cap. 37 se sientan las bases de la historia<br />
de José. José era odiado por sus hermanos, o por el<br />
puesto privilegiado que ocupaba en el corazón de su<br />
padre, patentizado en la túnica que le había regalado,<br />
o por los sueños de grandeza que no se recataba<br />
en revelar. Es otra de las pocas narraciones de nuestro<br />
Génesis en que no tiene ninguna parte Dios. Así<br />
nada bueno puede ocurrir. Efectivamente, por culpa<br />
de los hermanos José es llevado a Egipto.<br />
Se interrumpe por un momento la historia de<br />
José con el episodio de Judá y Tamar (cap. 38). El<br />
problema de Tamar no se resuelve por ninguna intervención<br />
de Dios. Ella misma se las arregla. Su<br />
acción, por contraria que fuera a los usos de su tiempo<br />
(no menos que a los de los nuestros), se justifica<br />
porque era el único modo de que a una mujer desamparada<br />
se la restableciera en su derecho, ante el<br />
cual el mismo Judá se tuvo que inclinar. Dios estaba<br />
de por medio, aunque en silencio. Uno de los hijos<br />
de Tamar, Peres, iba a ser un antepasado de David.<br />
No se podrá hablar de aquel gran rey y del Mesías<br />
que se esperaba de su linaje sin recordar a aquella<br />
mujer (Mt 1,3; Le 3,33).<br />
En los capítulos siguientes se reanuda y prosigue<br />
la historia de José, ahora ya en Egipto. En la narración<br />
de José y la mujer de su amo (cap. 39) vemos a<br />
aquel joven israelita, desterrado, esclavo, encarcelado<br />
por una vil calumnia. Hasta este último<br />
momento Yahvé le había sacado a flote, haciendo<br />
prosperar cuanto le ponían en sus manos, porque<br />
era un hombre honrado y leal, que entendía que<br />
pecar contra un hombre era pecar contra Yahvé. ¿Le<br />
salvará también de la cárcel? De momento, no. Tampoco<br />
en el cap. 40, donde Josué interpreta los sueños<br />
de dos cortesanos encarcelados con él. Ellos salen de<br />
la cárcel, uno para la corte del Faraón, otro para el<br />
patíbulo; José se queda dentro. Pero, cuando el<br />
316 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />
Faraón tenga unos sueños, el compañero de cárcel se<br />
acordará de aquel hebreo que interpreta sueños. José<br />
no se cree un especialista en sueños: «IM interpretación<br />
de los sueños es cosa de Dios». Dios estaba con<br />
José. Él le iluminó para que interpretara los sueños<br />
del Faraón (cap. 41), y así fuera exaltado a un cargo<br />
importante, desde el que podrá salvar del hambre a<br />
su familia y a todo Egipto. A cada nuevo pasaje<br />
admiramos un poco más a este José, y empezamos<br />
a pensar que aquellos sueños suyos del capítulo cap.<br />
37 no eran los de un chiquillo creído, sino los de un<br />
profeta. Y que todo lo que hizo no lo debía a una<br />
sabiduría aprendida, sino a que en él estaba el espíritu<br />
de Dios.<br />
El primer viaje de los hermanos a Egipto (Gn 42)<br />
nos muestra a José todavía receloso de sus hermanos,<br />
sobre todo porque no ve a su hermano Benjamín.<br />
Pero ellos no son ya los hermanos sin entrañas<br />
del cap. 27. Recuerdan las angustiosas súplicas de su<br />
hermano pequeño, y cómo no se compadecieron de<br />
él. La angustia que ellos mismos padecen ahora la<br />
entienden como justo castigo del antiguo crimen que<br />
había quedado impune. Reconocen que Dios, Señor<br />
de la historia, al final se hace presente para hacer<br />
justicia al oprimido indefenso.<br />
El segundo viaje de los hermanos abarca el cap.<br />
43, con el reencuentro con José, el cap. 44 con la<br />
cruel prueba de la copa de José en la talega de Benjamín,<br />
y el cap. 45, en el que José se descubre a sus hermanos.<br />
El hambre obliga a Jacob a enviar de nuevo<br />
a sus hijos a Egipto en busca de grano. Pero los hermanos<br />
no pueden volver allá sin Benjamín. Cuando<br />
José ve a su hermano pequeño, todo cambia: el<br />
muchacho le ha caído en gracia al poderoso señor.<br />
Tras las palabras de aquel extranjero que confiesa<br />
que todo ha sido cosa de Dios, que es el que mueve<br />
todos los hilos de la historia, ¿qué podían temer? Por<br />
lo mismo nos cuesta <strong>comprender</strong> la trampa de la<br />
copa en la talega de Benjamín. Es que José quiere<br />
probar hasta dónde llega el afecto de los que son sus<br />
hermanos de padre, pero no de madre, hacia el que<br />
es su hermano de padre y madre. La prueba muestra<br />
la solidaridad de todos con el pequeño, y la aceptación<br />
sin envidia del hecho de la predilección del<br />
padre por los hijos de Raquel. No son capaces de<br />
soportar el dolor del padre si vuelven sin el pequeño.