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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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Este texto resulta algo difícil por dos razones: 1)<br />

Recurren varios términos que, o bien son únicos en<br />

todo el Antiguo Testamento, o se encuentran sólo<br />

alguna otra vez; 2) Alguien, que no entendía ya el texto<br />

antiguo, introdujo explicaciones que, en lugar de<br />

aclarar el sentido, hacen incomprensible la sucesión<br />

de los hechos. No parece que se deba recurrir aquí a<br />

una distinción de dos fuentes, J y E. Todo el texto,<br />

salvo esas glosas, puede ser de J. Pero en el cap. 31<br />

se dará otra versión de los colores del ganado: ésa sí<br />

que puede ser la versión E.<br />

Vamos a procurar entender el texto tal como<br />

está, como si fuera todo de una sola hebra, pero con<br />

la conciencia de que a veces tropezamos con variantes<br />

del texto amalgamadas.<br />

25-34. Acuerdo entre Jacob y Labán. El narrador<br />

empalma este episodio con la historia anterior:<br />

«Cuando Raquel hubo dado a luz a José». Jacob ha<br />

servido ya demasiados años a Labán. Le han nacido<br />

ya todos sus hijos (excepto Benjamín). Hora es ya de<br />

volver a su tierra. Jacob propone a Labán que le deje<br />

marchar con sus mujeres y sus hijos (25-26). En<br />

aquella sociedad no se daba por supuesto que pudiera<br />

marcharse con sus mujeres y sus hijos cuando<br />

quisiera, sin permiso del suegro: Labán sigue<br />

considerando a sus hijas y a sus nietos como suyos<br />

(ver 31,43).<br />

Labán reconoce que Yahvé le ha bendecido gracias<br />

a Jacob. Está dispuesto a pagarle lo que Jacob<br />

juzgue justo (27-28). Sorprende un poco la fórmula<br />

de cortesía: «Si he hallado gracia a tus ojos», como si<br />

se dirigiera a un superior. Pero así era la cortesía<br />

oriental. La frase se queda sin apódosis (como nuestro<br />

«Por favor...»). No le responde a su petición de<br />

marcharse con sus mujeres y sus hijos: a Labán le<br />

iba muy bien con Jacob en su casa.<br />

Jacob insiste. Recuerda los servicios prestados a<br />

Labán y la prosperidad de Labán gracias a Jacob. Es<br />

hora de que Jacob piense en su propia casa. Pero no<br />

propone ninguna paga concreta. Tampoco habla<br />

ahora claramente de marcharse (29-30).<br />

El diálogo no ha progresado. Labán le insiste a<br />

Jacob que señale su paga. Tampoco él alude a la marcha<br />

de Jacob (31a).<br />

190 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />

Jacob se muestra aparentemente muy generoso<br />

con su suegro: no quiere ningún salario. Pero además<br />

está dispuesto a seguir pastoreando las ovejas<br />

de Labán, si éste acepta el plan que le va a proponer.<br />

No quiere para sí más que un número muy reducido<br />

de cabezas de ganado. Supuesto que casi todas las<br />

cabras son negras y casi todas las ovejas son blancas,<br />

él se quedará con las cabras que no sean negras, sino<br />

que tengan pintas blancas, y con las ovejas que no<br />

sean blancas sino negras. A priori han de ser pocas<br />

(31b-33).<br />

Labán accede sin más. Al parecer, simplemente<br />

porque cree que saldrá muy beneficiado, porque<br />

Jacob renuncia a su plan de marcharse y porque<br />

serán excepción los animales que le correspondan<br />

(34). Además, Labán guardaba una carta escondida.<br />

37-43. Ejecución. Labán muestra ahora su carta<br />

escondida. Aparta desde el primer día todos los<br />

machos cabríos y cabras con pintas blancas y todas<br />

las ovejas negras, y los confía a sus hijos, que van a<br />

pastorear este rebaño selecto en un paraje lejano, a<br />

tres días de camino. Jacob se queda pastoreando el<br />

resto: el ganado caprino, todo él negro; el ovino, todo<br />

él blanco. No se podía esperar sino que todos los<br />

cabritos nacieran negros, y todos los corderos blancos.<br />

Con lo que Jacob se quedaría sin nada (35-36).<br />

Pero, de pillo a pillo, también Jacob tenía su carta<br />

secreta. Al poderoso Labán sólo le podía vencer<br />

ganándole en ingenio. Él conocía tretas de los pastores<br />

para obtener de sus rebaños las crías con el<br />

color que les interesaba. Cogió varas verdes de árboles<br />

que, descortezadas, fueran de color blanco. (Puede<br />

haber un juego de palabras entre Laban, nombre<br />

propio, laban = blanco, libneh = álamo. Los otros<br />

árboles pueden ser añadidura). Descortezó las varas<br />

por tiras, de modo que unas franjas, no descortezadas,<br />

conservaran el color oscuro de la corteza, y<br />

otras, descortezadas, dejaran al descubierto el color<br />

blanco de la madera. Las colocó en los abrevaderos,<br />

donde solían aparearse los rebaños, de modo que la<br />

fecundación se hiciera teniendo delante las variopintas<br />

varas. Según la creencia mágica de aquellos<br />

pastores, los animales concebirían según lo que<br />

veían en el momento del apareo. En efecto, luego<br />

parían cabritos y corderos con pintas: de modo que

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