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Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10

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Pudo ser primitivamente una narración independiente,<br />

con a) introducción: visita de tres hombres<br />

a Abraham, recibimiento y agasajo; b) desarrollo:<br />

pago de la hospitalidad con la promesa de un<br />

niño; c) desenlace: Sara queda embarazada; a la<br />

vuelta de los hombres al año siguiente, tiene ya un<br />

niño, al que ha puesto por nombre Yisjaq («Se ríe»),<br />

porque ella se rió cuando se lo anunciaron. Parte de<br />

este final se ha conservado más o menos en 21,1-7.<br />

De la nueva visita de aquellos hombres no ha quedado<br />

nada.<br />

Esta mutilación del relato primitivo resulta de<br />

que se utiliza como introducción a la narración<br />

sobre Sodoma, ya que los tres personajes se han presentado<br />

ante la tienda de Abraham de paso para<br />

aquella ciudad.<br />

18,1-8. Comienza la narración siguiendo el<br />

patrón literario, frecuente en las literaturas, de la<br />

visita de uno o varios personajes o mensajeros divinos,<br />

que no se manifiestan como tales, pero reciben<br />

hospedaje, por lo que premian a la casa con un don.<br />

En este encuentro de Abraham con Dios faltan,<br />

como es obligado, los rasgos de una teofanía. De<br />

haberse manifestado Dios visiblemente, no habría<br />

tenido mérito especial la hospitalidad de Abraham.<br />

«Se le apareció Yahvé» del v. 1 es redaccional: quita<br />

todo el suspense a la narración. La identidad del personaje<br />

principal debería quedar oculta también al<br />

lector, hasta que Abraham la descubra.<br />

El protagonista único es Abraham. En cuanto ve<br />

Abraham a los «hombres» parados delante de él, y los<br />

saluda según las reglas de la más exquisita hospitalidad,<br />

su acción es rapidísima, para que los huéspedes<br />

no tengan que esperar. Tres veces se dice<br />

«apresurarse», una «correr». Tres breves imperativos<br />

como voces de mando: «Aprisa», «corre», «haz». Se<br />

causa en el lector la impresión de que los huéspedes<br />

no tuvieron que esperar más que los breves segundos<br />

que le costó al narrador contarlo.<br />

Abraham comienza desconociendo la personalidad<br />

de aquellos tres hombres. Distingue a uno de<br />

ellos como «señor», pero no indaga nada: son sólo<br />

tres necesitados de hospitalidad. Más tarde descubrirá<br />

que aquel «señor» es Yahvé, cuando éste le pro­<br />

meta un hijo y muestre conocer los secretos de Sara.<br />

Entonces el narrador dirá paladinamente: «Y dijo<br />

Yahvé» (v. 13).<br />

Entretanto, Abraham es sometido a una prueba<br />

sin saberlo. En apariencia, tenía delante a «unos<br />

hombres» necesitados, y él los socorrió. En realidad,<br />

el necesitado era él, sin hijos ni esperanzas, y los<br />

hombres le trajeron el remedio. Pero él no pensó en<br />

sacar de ellos ningún provecho. De haber pensado<br />

egoístamente, habría seguido echando la siesta a la<br />

puerta de su tienda, y no habría habido promesa.<br />

Los acogió por pura hospitalidad, y recibió en premio<br />

la promesa. Abraham aparece como todo un<br />

señor, cortés, modesto en las palabras y generoso en<br />

las obras.<br />

9-15. El motivo de la visita de los personajes<br />

engarza fácilmente con el de la promesa de un hijo,<br />

que se suele hacer a la madre (Jue 13,3-5). El don de<br />

aquellos seres divinos fue precisamente esa promesa.<br />

En la sobremesa, toman la iniciativa «los hombres»,<br />

y sitúan a Sara en primer plano: «¿Dónde está<br />

Sara, tu mujer?». El nombre de Sara se lee nueve<br />

veces. Sólo importa ella, su hijo, su risa. «Los hombres»<br />

restituyen a Sara su importancia. <strong>Para</strong> Abraham<br />

parecía ser sólo una mujer que sabía amasar<br />

tortas; «los hombres» le recuerdan que es «su<br />

mujer», la madre del hijo de las promesas. Sara se ríe<br />

escépticamente: la promesa es humanamente ridicula.<br />

Son demasiado viejos. Pero la promesa -asegura<br />

aquel «hombre»- se cumplirá.<br />

El narrador describe gráficamente a Sara según<br />

un tipo frecuente en la mujer, a juicio del varón:<br />

curiosa; se ríe de lo poco que los hombres entienden<br />

de estas cosas de embarazos; cuando se asusta,<br />

miente para salir del paso, demostrando que no es<br />

muda.<br />

Algunos juzgan con dureza la risa de Sara: dicen<br />

que fue un grave pecado contra la fe. Pero ella creía<br />

que se trataba de un simple huésped, entrometido y<br />

galante. Si el huésped insiste en reprender la risa de<br />

Sara («Sí que te has reído») es por recalcar la dificultad<br />

del cumplimiento de la promesa y por jugar<br />

con el verbo «reír», aludiendo a la etimología de<br />

Isaac. Sara fue sorprendida en una leve falta de cor-<br />

PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong> 117

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