Para comprender EL LIBRO DEL GÉNESIS - 10
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«Mientras dure la tierra» (literalmente: «durante<br />
todos los días de la tierra»): sólo el Creador es eterno;<br />
todo lo que ha tenido un comienzo tendrá un fin.<br />
La vida de las criaturas se funda en la sucesión repetida<br />
de las estaciones, con la consiguiente alternancia<br />
del frío y el calor, el invierno y el verano, la<br />
sementera y la siega, y con la sucesión del día y de<br />
la noche. Tres divisiones del año, que son equivalentes,<br />
y una división del día. El ritmo constante del año<br />
y del día hace posible la vida de las plantas, de los<br />
animales y del hombre. El lector de estas líneas se<br />
percata de que Dios Salvador está presente en su<br />
vida en la misma monotonía de la sucesión de los<br />
días y de los años.<br />
9,1-17. Conclusión, según P. Es la conclusión<br />
del narrador sacerdotal. Contiene dos discursos de<br />
Dios a Noé. El primero comienza y termina casi con<br />
las mismas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos»<br />
(9,1-7). El segundo empieza por «He aquí que yo<br />
establezco mi alianza con vosotros», y termina con:<br />
«Ésta es la señal de la alianza que he establecido...»<br />
(9,9-17). El primero asegura a la humanidad postdiluviana<br />
la continuidad de aquella bendición divina<br />
con la que Dios había otorgado al hombre en el principio<br />
la fecundidad y el dominio de los animales<br />
(1,28). El segundo garantiza a la humanidad que<br />
nunca más se repetirá un desastre como el del diluvio.<br />
Con otras palabras se insiste en las mismas ideas<br />
del final del diluvio según el narrador J (8,20-22),<br />
donde primero Yahvé prometía que no volvería a<br />
maldecir la tierra por causa del hombre, y luego que<br />
no se interrumpiría el ritmo de las estaciones.<br />
1-7. La bendición de Dios a Noé y sus hijos repite<br />
y reafirma la bendición a la humanidad en 1,28.<br />
Aquella bendición se prolonga, tras el castigo del<br />
diluvio, a toda la humanidad posdiluviana. Pero, donde<br />
decía: «Dominad en el pez del mar, en el ave del<br />
cielo y en todo animal que se arrastra sobre la tierra»,<br />
dice: «El temor y el miedo hacia vosotros sobrevendrá<br />
a todos los animales de la tierra, y a todas las aves de<br />
los cielos, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos<br />
los peces del mar: los pongo en vuestras manos». Ese<br />
temor de los animales al hombre, que antes no se<br />
daba y ahora sí, procede de que antes Dios había<br />
dado al hombre por alimento sólo toda clase de vegetales<br />
(1,29), pero ahora dice: «Todo lo que se mueve y<br />
7 0 PARA COMPRENDER <strong>EL</strong> <strong>LIBRO</strong> D<strong>EL</strong> <strong>GÉNESIS</strong><br />
tiene vida os servirá de alimento: os lo doy todo, como<br />
la hierba verde». (Por el momento no se hace distinción<br />
entre animales puros e impuros: eso pertenece<br />
a la legislación del Sinaí: Lv 11; Dt 14).<br />
<strong>Para</strong> nuestro autor, con el fin del diluvio comienza<br />
una nueva era. También en las listas babilónicas<br />
(véase cap. 5) el diluvio marca la transición entre dos<br />
épocas. La diferencia entre ambas consiste en el diferente<br />
régimen de nutrición de la humanidad, lo mismo<br />
que en Los trabajos y los días de Hesíodo (siglo<br />
VIII a.C), donde en la descripción de las edades del<br />
mundo la alimentación con carne sigue a la alimentación<br />
con vegetales. No se debe entender que según<br />
el autor hasta entonces había reinado la paz entre<br />
todas las criaturas, y que a partir de entonces<br />
comenzaba la guerra del hombre contra los animales.<br />
Si, según P, la razón del diluvio fue que la tierra<br />
estaba llena de violencias (6,11-12), no es que hasta<br />
entonces había durado una situación paradisíaca.<br />
Pero ahora Dios condesciende con la humanidad,<br />
otorgándole la alimentación con carne, con unas restricciones<br />
irrenunciables.<br />
No se manifiesta el porqué de esa concesión. Lo<br />
único que podemos decir es que, con esta sucesión<br />
de épocas, el autor significa cuál habría sido el plan<br />
ideal querido por el Creador, y cuál el plan que Dios<br />
tolera como el más adecuado para esta pobre humanidad<br />
nuestra tal cual es. Porque el Creador quiere<br />
la vida de todo viviente que él ha creado. Sería<br />
mucho más hermoso, en un mundo sin pecado, que<br />
nadie tuviera necesidad de matar para alimentarse<br />
(Gn 1,29-30; Is 11,6-9). Por eso, la concesión de la<br />
peligrosa autorización para matar exige unas limitaciones,<br />
que se han de subrayar tanto como la concesión<br />
misma.<br />
4-5. Estos versículos, traducidos servilmente,<br />
dicen: «Sólo: Carne en su alma (nefes), su sangre, no<br />
comeréis». Lo que se puede interpretar de varias<br />
maneras. En el judaismo ha sido entendido como estricta<br />
prohibición de comer la sangre de un animal,<br />
y consiguientemente como prohibición de comer un<br />
animal no sangrado. Dt 12,20-25, cuando permite la<br />
matanza profana, prescribe que el animal sea sangrado<br />
y que no se coma su sangre: «Guárdate sólo de<br />
comer la sangre, porque la sangre es el alma (nefes),