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LA FASCINACION DEL MAL

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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 19<br />

atrás están siendo cuestionadas en la actualidad, lo cual se reflejó en un<br />

suceso en 1995: Una institución nacional había propuesto a los secoya<br />

realizar un diccionario bilingüe secoya-español, lo que provocó una<br />

discusión entre quienes opinaban que había que incluir la totalidad de<br />

los vocablos y quienes sostenían la necesidad de suprimir los conceptos<br />

religiosos.<br />

Me prestaron una casa desocupada; la primera noche se rompió<br />

la linterna, y como en esa época no había velas en el pueblo, pasé más<br />

de dos semanas en la oscuridad las largas noches típicas del trópico,<br />

escuchando el ominoso y aterciopelado batir de las alas de los murciélagos<br />

que habían hecho su morada en la casa vacía. Por la mañana me<br />

acercaba a una casa vecina para comprar algún huevo y confiar, sin que<br />

nunca me viera defraudada, en que me ofrecieran también utilizar una<br />

olla y el fuego para cocinarlo. Así conocí a Matilde, una de las hermanas<br />

de Fernando, y a su hija Celinda, que con el tiempo se convirtieron<br />

en mis mejores amigas en la aldea. Las largas charlas con Fernando me<br />

compensaban de la larga oscuridad y la obligada compañía de los murciélagos,<br />

por lo cual la pregunta chatwiniana “What I am doing here?”<br />

nunca llegó a plantearse. Después de algunos encuentros con Fernando<br />

decidí abandonar la investigación comenzada en el río Napo; así, la<br />

falta de financiación - que había sido un obstáculo - me permitió la<br />

libertad de elección, pues no tuve necesidad de esgrimir argumentos<br />

“objetivos” para cambiar de proyecto y mucho menos verme imposibilitada<br />

de hacerlo.<br />

Fernando tenía en 1983 más de 60 años, una edad avanzada en<br />

la selva amazónica, y pasaba la mayor parte del día en su casa, lo cual<br />

se fue acentuando con el paso de los años. Sólo salía para bajar al río a<br />

bañarse o, en las épocas en que había pesca, se lo veía a veces sentado<br />

en su canoita, pescando. En su casa encontré muchos visitantes, pero<br />

no la inversa: nunca lo he visto de visita en casa de otras personas. Su<br />

conducta recuerda mucho a la de los shamanes desana, de los que<br />

Reichel-Dolmatoff (1986: 107) menciona la personalidad intelectual, la<br />

poca inclinación a hablar de más y a participar en situaciones ruidosas,<br />

además de la tendencia a la soledad y a la conversación con sus pares.<br />

Su ritmo de vida condicionó en gran parte el mío: con el rabillo<br />

del ojo veía a veces a las mujeres de su familia, decorando o quemando

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