LA FASCINACION DEL MAL
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230 / María Susana Cipolletti y Fernando Payaguaje<br />
abuelo, iba a trabajar en la chacra, oía un batir de alas, como si una gran<br />
bandada de pájaros volara por encima de su cabeza. Cuando alzaba la<br />
mirada los ojos, no veía en el aire ningún pájaro. A veces lo sacudían<br />
fuertes vientos, que se calmaban tan súbitamente como se originaban.<br />
Todos estos signos delataban a Marcelino la presencia de su abuelo.<br />
En un primer momento Marcelino pensó en suicidarse, una<br />
opción de los secoya en situaciones extremas de dolor y duelo, especialmente<br />
cuando se ha perdido a la madre o al padre. Más tarde pensó ir<br />
a vivir a Guayaquil. 2 Recién pasados varios meses y luego de numerosas<br />
conversaciones con su esposa, una mujer joven de gran personalidad,<br />
ésta logró anclarlo nuevamente en su responsabilidad de esposo y<br />
de padre (Marcelino P., comunicación personal, San Pablo, septiembre<br />
1995).<br />
A nosotros puede parecernos curioso que la muerte de un abuelo<br />
pueda conducir al suicidio, ya que tenemos el consuelo de que un<br />
anciano ha vivido mucho tiempo y ha “cumplido” su existencia. Para<br />
los secoya, por el contrario, el deceso de una persona querida no es más<br />
fácil de aceptar porque se trate de un anciano, que además estaba enfermo<br />
desde hacía tiempo: como hemos visto en los textos anteriores,<br />
existe la certeza que la muerte no sobreviene por enfermedad o debilidad,<br />
sino a consecuencia de la actividad maléfica de un shamán. Por<br />
eso, a diferencia de lo que sucede en nuestro mundo occidental, aquí no<br />
existe el consuelo de que una persona había gozado de una larga vida o<br />
que había llegado su hora. Cada muerte es una concreción de la malignidad,<br />
un traspaso de los límites de la convivencia, y esta malignidad se<br />
revela como tanto más fuerte cuanto más poder tenía quien sucumbió<br />
a ella.<br />
El desconocimiento de esta concepción de la muerte llevó a algunos<br />
extraños a bien intencionados pero fallidos intentos de consuelo:<br />
un guía turístico de Quito (para el cual Marcelino conducía a veces la<br />
canoa), me contó que había intentado consolarlo, pero sin éxito, con el<br />
argumento de que su abuelo había alcanzado una edad avanzada. Pero<br />
la muerte de un anciano - sobre todo si se trata de un shamán - es más<br />
terrible que la de un niño o quien no es shamán, pues significa que ha<br />
sido vencido por un rival. El shamán enemigo que se encuentra detrás