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LA FASCINACION DEL MAL

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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 35<br />

dores esto resulta incomprensible, y lo han explicado como un intento<br />

de controlar a la sociedad blanca (Nicholson 1983: 339). Posiblemente<br />

otro motivo fue más importante: junto con la vida en las praderas se<br />

había acabado la caza del búfalo y los ataques a los blancos. En la ficción<br />

podían recrear lo que no harían nunca más en la realidad: atacar<br />

una carreta, martirizar a un prisionero o cortar un cuero cabelludo,<br />

como lo muestran algunas viejas fotografías. 14 ¿No es más bien que<br />

trataban de recuperar el pasado, imitándolo a través de la ficción, una<br />

especie de realidad virtual? Algo similar había en la actitud de<br />

Fernando, que recreaba con sus palabras no las actividades de un guerrero,<br />

sino las de un pensador perito en prácticas extáticas.<br />

Mucho de lo que contaba Fernando lo oían sus nietos por primera<br />

vez, pues nunca se había referido antes a esos acontecimientos.<br />

Una vida tan extensa y tan rica en visiones no puede contarse íntegramente,<br />

seguramente Fernando hizo una selección e incluso silenció<br />

episodios. Por ejemplo nunca escuché las fórmulas para curar la mordedura<br />

de víbora y gran parte de las canciones shamánicas: Las fórmulas<br />

para curar la mordedura de víbora no pueden ser pronunciadas<br />

fuera de contexto, porque esto produciría el hecho que deberían curar,<br />

es decir, que algún habitante de la aldea fuera mordido por una víbora.<br />

Estas fórmulas no son secretas de por sí, ya que si se hubiera dado<br />

este caso en la realidad podría haberlas oído, pero no era posible pronunciarlas<br />

fuera de contexto. 15 Fernando silenció también algunos<br />

nombres de seres celestes, muy íntimos de su experiencia religiosa.<br />

Estos pocos casos, que se encuentran dispersos en el texto, se reconocen<br />

por su afirmación: “No se puede decir”.<br />

En cuanto a las canciones shamánicas, cantó algunas de ellas,<br />

pero luego tomó distancia, afirmando que hacerlo era peligroso (algunos<br />

textos han sido transcriptos en Cipolletti 1988b). Esto me hizo<br />

pensar que era un caso similar al anterior, es decir, que la peligrosidad<br />

consistía en cantar fuera del marco de la situación contextual (es decir,<br />

sin que se realizara una sesión de alucinógenos). Sin embargo, cuando<br />

me sugirió que pidiera que las cantaran a otros hombres que, aunque<br />

no eran shamanes, conocían los textos, fue evidente que aquí la peligrosidad<br />

residía en otra cosa: las palabras pronunciadas por un indivi-

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