LA FASCINACION DEL MAL
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58 / María Susana Cipolletti y Fernando Payaguaje<br />
1992). Las únicas soluciones viables son, en mi opinión, que el editor<br />
aparezca meramente como tal, o que ambos, relator y editor, aparezcan<br />
como autores.<br />
He adoptado este último procedimiento, ya que tiene la ventaja<br />
de solucionar de antemano el problema de eventuales regalías o derecho<br />
de autor. En otros países, se ha encontrado una solución adecuada<br />
con el financiamiento de becas para estudiantes nativos, como en el<br />
caso de la publicación de una historia de vida hopi (Seaman 1993:<br />
XIV). Es cierto que, en nuestros temas, pocas veces los derechos de<br />
autor alcanzan sumas considerables, pero la situación debe ser clara de<br />
antemano para evitar que la apropiación intelectuaö de los editores -<br />
autores sea también una apropiación monetaria, como sucedió con la<br />
obra de Carolina María de Jesús (véase Levine 1994).<br />
La traducción al castellano de algunos vocablos secoya exige una<br />
explicación. La denominación más común del shamán o especialista<br />
religioso es yajé unkukë, “bebedor de yajé”, que por lo general se resume<br />
en unkukë. Cuando hablan en español, los secoya utilizan la palabra<br />
kuraka (“jefe”), proveniente del quichua o, en algunos casos, “curandero”<br />
o “brujo”. En principio, ambas locuciones son neutras y carecen de<br />
connotaciones negativas.<br />
Un caso especial es el de la denominación rawë, que en castellano<br />
debe traducirse, según el contexto, con tres conceptos distintos: shamán<br />
maligno, “brujeador”, la flecha invisible que envía para hacer daño<br />
(también llamada chonta), y la enfermedad resultante. Para los secoya<br />
los tres fenómenos son una unidad.<br />
Varias traducciones son resultado de la evangelización cristiana:<br />
al principio, los traductores optaron por traducir la denominación de<br />
los seres celestes, wiñáo wái, apoyándose en el Cristianismo, como<br />
“ángeles” o “eternos de los cielos”. A partir de cierto momento (probablemente<br />
cuando pensaron que yo ya había entendido de qué seres se<br />
trataba) utilizaron exclusivamente la denominación secoya.<br />
Otro ejemplo es el de watí, una denominación para ciertos seres<br />
míticos, a menudo burlones y con características de “trickster”, tradu-