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LA FASCINACION DEL MAL

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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 231<br />

de esta muerte, no sólo provoca dolor, sino que hace también tambalear<br />

el edificio de la seguridad personal, al perderse a un shamán protector,<br />

ya que significa también una amenaza latente para los parientes del<br />

fallecido, que se hallan ahora desprotegidos frente a una malignidad<br />

que podría seguir actuando.<br />

Teniendo en cuenta que cada deceso delata en sí la existencia de<br />

un culpable, cabe preguntarse quién es visto como tal y cómo se descubre<br />

su culpa frente a la opinión pública. En la detección del culpable, la<br />

organización social y política de los grupos locales de lengua tucano<br />

occidental juega un papel decisivo. Aunque siempre son posibles eventuales<br />

alianzas, los grupos locales mantienen entre sí relaciones lábiles.<br />

En este caso, los habitantes de San Pablo y Campo Eno se ven a sí mismos<br />

como diferentes, y se definen como siona y secoya respectivamente.<br />

Su enemistad data de antiguos tiempos y sólo fue superada por escaso<br />

tiempo, cuando vivieron juntos en la década del 70, a instancias del<br />

misionero. Cada grupo local se agrupa alrededor de uno o más shamanes<br />

aliados, que rivalizan con sus colegas de otros grupos.<br />

Periódicamente circulaban en San Pablo rumores sobre acciones<br />

malignas del shamán de Campo Eno - como también aquí existían<br />

rumores similares, que habían llegado a oidos de Fernando (cap. V).<br />

Partiendo de las informaciones de los parientes de Fernando, los<br />

sucesos pueden reconstruirse de la siguiente forma: cuando enfermó<br />

gravemente, su enfermedad se atribuyó a la única persona que tenía<br />

motivos y el poder suficiente para provocarlo: el shamán de la aldea<br />

vecina. Fernando lo ratificó, al decir a sus familiares consanguíneos<br />

poco antes de morir: “El me ha vencido, pero pronto toda su estirpe se<br />

extinguirá” (Marcelino L., comunicación personal, San Pablo, septiembre<br />

1995).<br />

En el curso del siguiente año se originaron varios sucesos que<br />

para un extraño a esta cultura serían casualidades, pero que para los<br />

secoya no lo son. El shamán de la aldea vecina, al que se veía como culpable,<br />

fue asesinado con un disparo de escopeta por un siona de otra<br />

aldea, convencido de que aquél había causado la muerte de su madre.<br />

Poco tiempo después murieron en sendos “accidentes” los dos hermanos<br />

del shamán asesinado. Uno de ellos fue encontrado muerto en la<br />

selva; el otro se ahogó, en estado de ebriedad, al zozobrar su canoa.

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