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LA FASCINACION DEL MAL

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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 25<br />

lidad entre ambas lenguas. La grabación, que escuchamos junto con<br />

unas ocho o diez personas, tuvo un enorme éxito, y durante los días<br />

siguientes muchos, que no habían estado presentes, me pidieron prestado<br />

el casette. Pasado este primer entusiasmo, el comentario general<br />

es que se entendía sólo en parte lo que hablaban. También Fernando<br />

me pidió prestado el casette un par de días para escucharlo con tranquilidad<br />

y fue quien logró entender más el tema de las conversaciones.<br />

Su actitud en este y otros casos recuerda a la del shamán desana descrita<br />

por Reichel-Dolmatoff (1975: 107): “ He is a humanist, in the sense<br />

that he is interested in the ‘pagan’ antiquities of his own cultural tradition:<br />

in myths of origin, in archaeological sites, in long-forgotten place<br />

names, and in stories of legendary migrations…”<br />

La vitalidad de Fernando para contar por extensos lapsos de<br />

tiempo era sorprendente. Cuando, después de algunas horas, a sus nietos<br />

o a mí nos costaba concentrarnos, él no mostraba aún signos de<br />

cansancio. Al principio de nuestra relación le hacía preguntas aclaratorias,<br />

práctica que abandoné al darme cuenta de que le disgustaban. Si<br />

se me preguntara de qué modo expresaba su desagrado, me vería en un<br />

apuro: nunca lo formuló verbalmente, pero cierta hesitación en su respuesta<br />

me daba a entender que la pregunta no era bienvenida, porque<br />

interrumpía el hilo de su discurso. Por esta razón opté por anotar<br />

durante las grabaciones las preguntas en un cuaderno y planteárselas<br />

luego de finalizado el relato o al día siguiente. Este método resultó muy<br />

esclarecedor, pues generalmente volvíamos a lo narrado a fin de aclarar<br />

puntos poco claros, de lo cual surgían nuevas perspectivas sobre lo<br />

narrado. Esta experiencia es similar a la hecha por Cruishank (1990:<br />

19) en una región muy alejada, al grabar las memorias de tres ancianas<br />

yukón (Alaska). Tampoco el apache Gerónimo aceptaba que se lo interrumpiera<br />

ni que se le preguntaran detalles mientras narraba, pero<br />

estaba de acuerdo en escuchar posteriormente el protocolo de la sesión<br />

anterior, contestar preguntas y explicar detalles poco claros. 7<br />

Sabemos que los antropólogos son a menudo vistos por sus anfitriones<br />

como fuente de entretenimiento, en parte debido a peguntas<br />

que para aquellos son tontas o absurdas (véase por ej. Conklin 2001:<br />

21). El hopi Don Talayeswa (1942) menciona a su vez preguntas tontas<br />

que le hacían los antropólogos, sin referirse lamentablemente a su con-

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