LA FASCINACION DEL MAL
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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 81<br />
sucede cuando los [conocimientos de los] curanderos no están bien<br />
desarrollados.<br />
Hace poco tiempo, cuando vivía en Cuyabeno [hasta 1973],<br />
tomé yajé y llamé a los puercos. Primero han llegado a la casa de mi<br />
hermana, y de mala suerte, ella estaba sola, pues el marido estaba en mi<br />
casa; había venido solamente un día aquí, de paseo. Y como no había<br />
nadie [ningún hombre], y ella estaba sola, al oir así de lejos [el ruido<br />
que hacían las huanganas], pensó que eran los guacamayos que cantaban.<br />
Y de pronto llegaron los puercos hasta su casa. Mi hermana […]<br />
vino a avisarnos, para que matáramos a los puercos. Preparamos las<br />
flechas, poniéndoles veneno [tsimá] 20 en las puntas y salimos. Yo salí<br />
por detrás de los puercos y disparé a dos. Y los otros [cazadores] iban<br />
matando uno tras otro. Caían uno junto a otro, y los [puercos] que<br />
venían detrás también caían.<br />
* Cada uno sabe qué animal mató porque lo reconoce, pero además<br />
se puede ver en las flechas. Algunos queman las flechas un poco en<br />
la punta, donde se enrolla el algodón, 21 para que tengan más rapidez.<br />
Y algunos han hecho flechas un poco más grandes. Así reconocen<br />
quién mató, y puede cada uno coger los puercos que ha matado. [Al<br />
que no cazó nada] ¡Se le da! Al que no ha podido matar se le regala la<br />
carne. Esa vez, porque habíamos matado cerca de la casa trajimos los<br />
puercos enteros, sin pedacear, y recién en la casa les sacamos el cuero.<br />
Ahumamos mucha carne. 22<br />
Antes no teníamos sal para ponerle a la comida. Los secoya mismos<br />
iban a conseguir sal a Iquitos. No la comprábamos, porque la sal<br />
se conseguía cerca de Iquitos. La traían a Wajoyá, 23 y la cambiaban por<br />
hamacas con los que no habían ido. Bajaban en una canoa grande hasta<br />
Iquitos, y de ahí seguían por tierra, no surcaban el río. Allá donde estaba<br />
la sal vivía un peruano al que le pedían un hacha para poder cortar<br />
[los bloques de] la sal. Cuando llegaban allí no cortaban la sal enseguida,<br />
sino que hacían una balsa para luego bajar [por el río]. La clavaban<br />
bien, como con un cuarto para poner la sal. Recién después cortaban la<br />
sal. * Tardaban unos diez días hasta llegar [de Wajoyá, donde vivían] a<br />
Iquitos. Desde Iquitos por tierra [hasta donde había sal, en el río<br />
Huallaga] iban por la orilla [caminaban], unos cinco días. Había un