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LA FASCINACION DEL MAL

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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 229<br />

tiempo. La muerte no los arranca de raíz y repentinamente de la vida,<br />

sino que deben acostumbrarse a su nueva existencia. Se les atribuye el<br />

extrañar su vida terrena, sus seres queridos y sus posesiones, que regresan<br />

a buscar. Por este motivo, la relación entre muertos recientes y deudos<br />

es sumamente difícil. El grado de peligrosidad de los muertos se<br />

halla directamente correlacionado con la posición social y la potencia<br />

espiritual que tenían en vida, de modo que la peligrosidad de shamanes<br />

fallecidos es incomparablemente mayor a la de una persona que no<br />

lo es.<br />

Al morir Fernando, su hija se marchó a Cuyabeno, aproximadamente<br />

a un día de viaje de San Pablo, a fin de poner distancia en el período<br />

riesgoso que sucede inmediatamente a un deceso. Cuando volvió,<br />

varias semanas después, oía en su casa ruidos extraños, y pequeños<br />

objetos - ramitas y guijarros - caían desde afuera hacia el interior.<br />

Atemorizada ante estos signos que le demostraban la presencia de su<br />

padre, contempló la posibilidad de abandonar definitivamente el lugar.<br />

No lo hizo, entre otras cosas, porque la convenció su tía Matilde, la hermana<br />

de Fernando, de unos 74 años de edad y profundos conocimientos<br />

de las tradiciones.<br />

Matilde tuvo, a la muerte de su hermano, con el que estaba muy<br />

unida, experiencias aún más terribles que las de los otros miembros de<br />

la familia: Fernando tiraba con fuerza de la puerta durante las noches,<br />

intentando abrirla, lo cual no le fue posible debido a que ella, en sabia<br />

precaución, la había amarrado fuertemente. Por las noches, Matilde<br />

apenas lograba conciliar el sueño, pues su hermano caminaba incesantemente<br />

por encima del techo de la casa. A pesar de estas experiencias<br />

sobrecogedoras, fue ella quien tranquilizó a sus familiares con consideraciones<br />

surgidas de su larga experiencia: así se comportan siempre los<br />

recién fallecidos, pero en algún momento aceptan que su lugar no se<br />

halla más en el mundo de los vivos y cesan de visitar a sus parientes<br />

(Matilde P., comunicación personal, San Pablo, septiembre 1995).<br />

El intenso sentimiento de pérdida y el duelo que provocó la<br />

muerte de Fernando en sus familiares, desencadenó en Marcelino, uno<br />

de sus nietos, una profunda crisis existencial, de la cual me habló en<br />

nuestro siguiente encuentro. Cuando, poco después de la muerte de su

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