LA FASCINACION DEL MAL
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II<br />
“SALTA, BRINCA,<br />
YA CONVERTIDO EN TIGRE”<br />
Fernando continúa aquí refiriéndose a las visiones y a algunos<br />
temas relacionados con ellas, por ejemplo, las distintas prohibiciones (de<br />
comer ciertos alimentos y mantener relaciones sexuales) que debe respetar<br />
el kuraka durante el período de aprendizaje y afianzamiento de sus<br />
poderes. Durante las reuniones destinadas a la bebida de alucinógenos,<br />
llamaba además a los animales de cacería y a los peces. La alta ritualización<br />
que poseían dichas reuniones para los secoya se refleja en el imperativo<br />
que regía para todos los pobladores de respetar las prohibiciones<br />
de no trabajar ni realizar ninguna tarea mientras se realizaban sesiones<br />
shamánicas. (Esto explica porqué el surgimiento de los primeros conversos<br />
por influencia de los misioneros del ILV dificultó su realización.)<br />
Fernando cuenta, entre otros casos, como Okomé, el dueño de los<br />
peces y animales acuáticos, no acudió al llamado del kuraka porque<br />
alguien había infringido las normas.<br />
En las selvas amazónicas viven varias especies distintas de félidos,<br />
según las denominaciones secoya: airo yái (“tigre”, Felis onca), má yái<br />
(puma, Felis concolor), néa yái (pantera, Felis sp.), biha yai (tigrillo, Felis<br />
pardalis) (Vickers 1976). En el español regional el jaguar recibe la (zoológicamente<br />
incorrecta) denominación “tigre”, que he adoptado aquí.<br />
Una de las experiencias centrales de los shamanes es su relación con los<br />
“tigres”, que se basa en intensas experiencias con alucinógenos, o sea,<br />
con la acumulación de poder (rawë, poder shamánico que se expresa<br />
en energía y un intenso calor).<br />
En cierto momento, los jaguares se acercan al shamán que sale<br />
de cacería. De él depende enfrentarse o huir (lo que significaría un corte<br />
enorme de sus poderes y, en última instancia, la imposibilidad de