LA FASCINACION DEL MAL
LA FASCINACION DEL MAL
LA FASCINACION DEL MAL
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 83<br />
patrón nos llamaba para trabajar íbamos a vivir a las riberas del Napo<br />
y hacíamos ahí unas casitas pequeñas, para vivir allí el tiempo que estuviéramos<br />
trabajando. El patrón nuestro tenía muchos chanchos, como<br />
cien, y de vez en cuando matábamos uno y lo comíamos, escondidos.<br />
Cuando acabábamos de hacer el trabajo nos volvíamos a nuestras casas<br />
en el monte.<br />
Los secoya que vivíamos más abajo trabajábamos el caucho en el<br />
monte. Se sufría mucho para recogerlo y nos pagaban poco. Mi primo<br />
hermano iba para allá y nos contaba lo que pasaba por aquí [en<br />
Ecuador]. Iba y trabajaba un poco, pero él no estaba acostumbrado a<br />
trabajar esas cosas, no quería hacerlo, y se volvía para acá, escondiéndose.<br />
Así, otros, como Cecilio, el papá de Celestino, vinieron entre los<br />
primeros, y se fueron a vivir a Cuyabeno. Yo seguí trabajando [en<br />
Perú]. Pero sufríamos mucho y nos pagaban poco, éramos como esclavos.<br />
Victoriano fue una vez allá, y después vinieron Cecilio y Cesáreo.<br />
Dos familias vinieron [a vivir en el Ecuador]. Yo estaba allá trabajando.<br />
De Wajoyá me había ido a otra quebrada buscando para hacer caucho.<br />
Encontré unos veinte árboles, e hice allí un ranchito para vivir. 26<br />
Una vez ha sucedido esto: al amanecer se fueron todos a sus trabajos,<br />
y solamente había quedado un hombre en su casa, acostado en<br />
la hamaca. Luego vinieron los watí y dijeron:<br />
- No hay nadie, ya se fueron todos -<br />
Pero la persona que estaba en la casa estaba escuchando lo que<br />
hablaban los diablos. Cuando éstos se acercaron, el hombre se acostó<br />
boca para abajo, y los diablos dijeron:<br />
- Está muerto -<br />
Y cogieron la hamaca, tratando de llevárselo. Un watí sostenía<br />
una punta de la hamaca y el otro también, descolgándola.<br />
Así se lo llevaron, envuelto en la hamaca y tratando de no hacerlo<br />
chocar con los troncos. Así lo llevaban a la casa de ellos. Cuando descansaron<br />
en el camino, colgaron la hamaca de dos árboles. El hombre<br />
estaba acostado, sin moverse. Mientras descansaban los watí hablaban<br />
entre ellos: