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LA FASCINACION DEL MAL

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PROLOGO<br />

“…y vientos que enterraban sus antiguos cantos en<br />

archivos de bambú y plátanos silvestres…” (Walcott<br />

1992: 13, trad. M. S. C.)<br />

Todo libro es una obra de largo aliento, que diversas circunstancias<br />

(no más importantes pero más urgentes) obligan a veces a interrumpir.<br />

Este tomo no es una excepción, y la demora es aún más grave<br />

porque Fernando murió en 1994 y su nieto Marcelino, a quien tanto<br />

debo, pocos años más tarde. Ambos estaban de acuerdo con la publicación<br />

de las memorias que siguen a continuación, de modo que su aparición<br />

los hubiera complacido.<br />

Nuestros largos y a lo largo de los años repetidos encuentros significaban<br />

posiblemente algo distinto para los que estábamos embarcados<br />

en este trabajo. Quien conozca la forma de ser mesurada y parca de<br />

los ancianos shamanes secoya, entenderá que Fernando no lo verbalizaba<br />

expresamente, sino a través de su entusiasmo para transmitir sus<br />

experiencias. Según sus nietos, Marcelino y Jorge Lusitande, quienes a<br />

lo largo de los años tradujeron sus palabras, a ellos les interesaba<br />

aprender temas de su religión y de su historia, que o no conocían o sólo<br />

conocían parcialmente. En cuanto a mí, Fernando no sólo me otorgó<br />

su confianza y me hizo partícipe de sus conocimientos, sino que me dio<br />

además la convicción que aquello que define a un pensador, un intelectual,<br />

su placer en la reflexión, no es básicamente diferente entre distintas<br />

culturas, por más que éstas lo sean. Fernando reconocía por lo<br />

demás mi condición de extraña, aunque amiga: Después de numerosas<br />

conversaciones sobre las visiones de “otros mundos”, desencadenadas<br />

por la ingestión de las plantas psicotrópicas, le pregunté una vez qué<br />

vería yo bajo la influencia de las mismas. No dudó en su respuesta lapidaria:<br />

¡“Letras y ángeles”! (Hay que aclarar que Fernando, en oposición

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