LA FASCINACION DEL MAL
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La fascinación del mal: Historia de vida de un Shamán Secoya / 31<br />
expediciones punitivas conjuntas, ni que éste ejerza un control sobre<br />
ellos. Esta ausencia puede deberse a distintos motivos: sea porque<br />
Alberto, debido a la falta de una mayor especialización, no haya tenido<br />
estas experiencias, sea que las silenciara para no crearse fama de<br />
shamán maligno (rawë): Quien se precie de relaciones demasiado<br />
estrechas con los jaguares puede ser acusado de dañar a otras personas<br />
e incluso ser asesinado.<br />
Sugestiva es la comparación de la visión producida por la experiencia<br />
de yajé de un shamán siona de Colombia, cercanamente emparentados<br />
con los secoya. En el relato, transcripto y traducido por<br />
Langdon (2000), el shamán se pierde en un lugar oscuro, corre peligro<br />
de ser atrapado por seres amenazantes; finalmente logra regresar con la<br />
ayuda de su hermano (op.cit.: 23, 28). Las visiones de Fernando son<br />
muy similares, pero con una diferencia importante: aunque existen<br />
numerosos peligros, jamás se halló en una situación sin salida, como la<br />
que narra aquí su colega siona. Como explicación puede mencionarse<br />
que, por diversos motivos, el shamán siona interrumpió sus experiencias<br />
shamánicas sin llegar a desarrollarlas totalmente (Langdon 2000:<br />
22). El hecho de que el desarrollo de sus poderes quedara trunco<br />
podría explicar la situación de peligro en la que se halló.<br />
La fascinación del mal<br />
Al leer las confidencias de Fernando llama la atención su repetida<br />
afirmación acerca de que el shamán que hace daño es el que ha permanecido<br />
en un nivel bajo del conocimiento, mientras que el sabio<br />
debe y puede resistir la tentación. El daño ejerce indudablemente una<br />
fascinación sobre los shamanes, siempre dispuestos a ampliar sus<br />
poderes. Pueden hacer daño voluntariamente, pero también involuntariamente,<br />
debido al poder que se halla en el interior de su cuerpo y que<br />
se exterioriza, en algunos casos, aún sin su voluntad. Este poder se halla<br />
corporizado en pequeñas flechas (rawë) que se hallan repartidas por<br />
todo el cuerpo y salen generalmente por los ojos o por la nariz; de ahí<br />
que la conducta correcta de un shamán consiste en evitar mirar a los<br />
ojos de otras personas y “clavar” la mirada. El poder del kuraka se concentra<br />
además en un calor interno, producido por el calor de las flechas<br />
que lleva en su interior y que ha obtenido del sol. Este calor se exterioriza<br />
en un sudor extremo.